Ivone Perazzo, sobre Uruguay: «Seguimos siendo 3 millones…»


Como actividad ligada al curso La Teoría de la Revolución Reproductiva que impartí recientemente en Montevideo, Uruguay (ver la página sobre el curso), inicio con este post la publicación de algunos trabajos de los asistentes, que vinculan dicha teoría con temas muy diversos.

Seguimos siendo 3 millones

Por Ivone Perazzo

Varios estudios han señalado que frente al creciente envejecimiento de la población y el marcado descenso de las tasas de natalidad, tendencias hoy por hoy planetarias, predominan diagnósticos de catástrofe y la demografía es usada como fundamento de la inviabilidad de los sistemas previsionales, y también de discursos natalistas (Torres, 2012; MacInnes y Pérez Díaz, 2006).

En Uruguay, país destacado por su prematura y avanzada transición demográfica, existe una vieja preocupación por el escaso, y cada vez menor, crecimiento poblacional y por el creciente envejecimiento demográfico. Esta preocupación siempre latente, que se plasma en la popular frase “seguimos siendo 3 millones”, adoptó un estatus particularmente relevante desde la sunción del actual presidente Mujica. El mandatario ha realizado diversas intervenciones públicas señalando esta problemática y poniendo entre las principales causas de la misma a la baja natalidad. A modo de ejemplo, en febrero del 2011 señaló que la natalidad es bajísima y que es el mayor problema que tiene Uruguay, ubicando en segundo lugar a la educación.[1]

Una de las preocupaciones centrales es la presión sobre el sistema de pensiones por el incremento de las personas adultas mayores en relación a las activas. En tal sentido realizó afirmaciones como “Uruguay está cometiendo un suicidio colectivo, porque una parte de la población no quiere tener hijos; sólo los pobres tienen hijos (…) la tasa de natalidad del Uruguay es dramática”, expresó.  La pregunta central que se formula es “dentro de 20 años quién va a pagar la pensión de los viejos” (…) “los jóvenes tienen que trabajar para pagarle a los viejos”, “si los viejos se nos multiplican y no tenemos jóvenes en la fuerza del trabajo, ¿cómo hacemos?”. Señaló que éste no es un drama de hoy sino del futuro y que habrá consecuencias sociales y deslizó que será necesario que próximas administraciones eleven la edad de jubilación cuatro o cinco años.[2]

También existe una clara preocupación por la infantilización de la pobreza, dado que existen heterogeneidades importantes en la fecundidad por estrato socioeconómico. En oportunidad de entregar viviendas del Plan Juntos en Artigas, el presidente José Mujica señaló que “Uruguay tiene una tasa de natalidad de clase media europea, donde no hay tiempo para tener hijos, pero que no es igual en los barrios más pobres que tienen problemas de saneamiento, agua potable, y paredes de chapa en sus casas». «¿Qué hacemos con esos gurises? Tenemos que pelearla para que los gurises tengan un baño y arranquen mucho mejor que sus padres”.[3]

En este contexto, las propuestas de política de corte más natalista provenientes desde el gobierno tienen que ver con favorecer el uso de técnicas de reproducción asistida por parte de miles de parejas que no acceden actualmente a ellas debido a su alto costo[4] (ley aprobada en 2013) y con extender el sistema de cuidados, en particular las guarderías del Plan Caif que hoy benefician solo a una parte de la población más vulnerable.[5] También se consideró la instrumentación de una batería de beneficios directos para las propias madres. Los estímulos no serían sólo económicos, teniendo en cuenta que precisamente son los pobres “los únicos que tienen hijos”, “hay que premiar a las mujeres desde la panza”[6]. En este sentido cabe destacar la implementación del programa Uruguay Crece Contigo de la presidencia de la República. Más allá del discutible objetivo natalista, es difícil estar en desacuerdo con medidas que producen un incremento de la equidad y tienden a reducir la carga de trabajo no remunerado, que aún hoy en Uruguay, recaen principalmente en las mujeres (Salvador, 2009; Batthyány, 2009).[7]

La derecha más conservadora del país se hizo eco de esas preocupaciones pero con propuestas radicalmente distintas. En efecto, la diputada nacionalista Verónica Alonso, Vicepresidente de la Comisión de Población y Desarrollo, se reunió con el Presidente con el fin de presentarle una serie de medidas concretas a nivel de políticas públicas que fomenten la natalidad y fecundidad en nuestro país y señaló que “en definitiva hoy está en riesgo nuestro sistema de seguridad social  porque no estamos llegando a la tasa de recambio necesaria para hacerlo viable”[8]. “Por ello entendemos necesario iniciar cuanto antes, políticas que fomenten la natalidad, especialmente en los sectores medios de la población donde las acciones llevadas adelante no han sido efectivas a la luz de los resultados del último Censo”[9]. Entre las propuestas presentadas destacan[10]: aquellas familias que tengan su 3er hijo a partir del año 2013, podrán tener el beneficio de un 10% de bonificación en su jubilación tanto para la madre como para el padre, con el 4to hijo un 10% adicional; aquellas familias que tengan 3 hijos o más y que su ingreso familiar sea hasta 80 unidades reajustables, puedan tener la posibilidad de contar con créditos o soluciones habitacionales que hoy ya brinda el Ministerio de Desarrollo Social pero que se dirigen exclusivamente a las familias de situación vulnerable y de menores ingresos, no para las familias de ingresos medios; las familias con 3 o más hijos tendrán la posibilidad de aumentar las deducciones al IRPF, que es una gran carga para las familias a la hora de planificar su conformación familiar. Las medidas propuestas evidencian un profundo desconocimiento de la realidad uruguaya y de las tendencias mundiales, tanto en lo que tiene  que ver con la caída de la fecundidad como en lo que tiene que ver con sus causas.

Verdades y falacias en el diagnóstico

Sin dudas el crecimiento poblacional del país es muy lento, y de acuerdo al último censo casi nulo (INE, 2013)[11]. El envejecimiento de la población también es un hecho; según datos del INE la población de 65 o más años pasó de representar el 7,6% del total en el censo de 1963 al 14,1% en el Censo 2011 (INE, 2013) y la tasa de dependencia (número de personas de 65 años y más sobre el número de personas de 15 a 64 años) se encuentra en torno a 21% (BPS, 2012)[12]. Respecto a la baja fecundidad, desde hace unos años la tasa global de fecundidad se encuentra por debajo del valor de remplazo (Varela y otros, 2011)[13]. Uruguay también tiene el triste privilegio de ser uno de los países con mayor incidencia de la pobreza entre niños y jóvenes (PNUD, 2005).

Pero estos datos ¿nos permiten concluir que estamos frente a una muerte segura? ¿el sistema de pensiones colapsará en el futuro próximo? ¿el desbalance generacional debe evitarse? Más aún, ¿estos datos sugieren que debemos fomentar que nazcan niños en la clase media y evitar que nazcan entre los pobres? Aunque aceptáramos una medida de este tipo ¿cuál sería el resultado final sobre la fecundidad global? Claramente una cosa son los datos y otra la lectura de los mismos y las recomendaciones de política que surgen de ellos. En Uruguay, el debate público sobre estas interrogantes no se ha dado en forma integral ni seria. La teoría de la revolución reproductiva (TRR) nos ofrece algunas claves para comenzar a pensar en ellas.

En primer lugar nos permite reflexionar sobre la falacia de que el tamaño poblacional es lo que importa, dado que según esta concepción las poblaciones tienen identidad real a lo largo del tiempo, más allá de la muerte de las personas que las componen. La reproducción debe pensarse en forma longitudinal, atañe a las relaciones numéricas entre generaciones y no sólo a la evolución de los stocks. Lo relevante es la eficiencia en la relación entre el volumen poblacional mantenido en el tiempo y la cantidad de nacimientos necesarios para ello. Por lo tanto, a la hora de pensar problemáticas como el envejecimiento poblacional, no alcanza con mirar la fecundidad, la clave es en realidad la duración de la vida de las generaciones. En efecto, un mismo volumen poblacional puede ser mantenido en el tiempo con diferentes combinaciones de fecundidad y de supervivencia; a menor supervivencia, mayor es la fecundidad necesaria, pero también es menor la “eficiencia” reproductiva. Desde esta óptica el envejecimiento demográfico es el resultado del progreso de las sociedades y no un síntoma de decadencia de las mismas y el descenso de la fecundidad encuentra también una explicación en el incremento de la “eficiencia del sistema”, una vez superados ciertos umbrales de mejora en la supervivencia de las generaciones.

Finalmente, si bien el desbalance generacional imprime desafíos a los sistemas de protección social y en particular al sistema de pensiones, existen varios amortiguadores, tales como el incremento de la productividad y las remuneraciones de la población activa; el incremento de la población en edad de trabajar debido a flujos inmigratorios; el incremento de la población en edad de trabajar que se incorpora al mercado, especialmente mujeres[14]. En efecto, paradójicamente la permanente entrada de la mujer al mercado de trabajo que incrementa el número de activos, se debe en buena medida a la “liberación” de las mismas de su histórico rol exclusivamente reproductivo. Cuando aumenta la participación de las mujeres, es posible aumentar la capacidad productiva sin un aumento de la población, o puede mantenerse la capacidad productiva a pesar de una disminución de la población (Fernández Cordón, 2009). Asimismo, desde la TRR se plantea que el aligeramiento de la “carga reproductiva” no solo implica beneficios para las mujeres, sino para sus propios hijos, dado que las familias menos numerosas permiten una crianza con mayor dedicación por hijo y en condiciones menos vulnerables.

Así, tal vez uno de los principales debe de este gobierno será no cumplir su compromiso electoral de poner en marcha un sistema nacional de cuidados[15] lo cual facilitaría el camino de las mujeres pobres para ingresar al mercado de trabajo acortando así las brechas de fecundidad existentes en el país. En un estudio reciente sobre datos del último censo nacional se señala que el comportamiento reproductivo de las mujeres continúa albergando grandes disparidades en torno al lugar que ocupan las madres en la estratificación social y que de hecho las diferencias son de tal magnitud que los distintos grupos de mujeres parecen ubicarse en distintas etapas de la transición demográfica (Petito y otros, 2013).[16]


[7] Batthyány, K., (2009). “Cuidado de personas dependientes y género”. En Las bases invisibles del bienestar social, Unifem, Montevideo. Salvador, S., (2009) “Configuración social del cuidado en hogares con niños/as y con adultos/as mayores y políticas de corresponsabilidad”, INMUJERES, Montevideo.
[16] Varela Petito, C.; Pardo, I.; Lara, C.; Nathan, M. y Tenenbaum, M. (2013). “La fecundidad en el Uruguay (1996-2011): desigualdad y diferencias en el comportamiento reproductivo”. Próximo a publicarse.

2 comentarios en “Ivone Perazzo, sobre Uruguay: «Seguimos siendo 3 millones…»”

  1. El caso uruguayo es paradigmático para reconocer las limitaciones de algunos indicadores demográficos al momento de evaluar los desafíos de la nueva estructura demográfica. Y es que incluso la principal alarma respecto del envejecimiento, que seria la presunta insostenibilidad de los sistemas previsionales, es una preocupación que no se corresponde con al evolución de los recursos en la sociedad, sino más bien con la de los recursos contributivos. Y éstos, si bien han sido la manera tradicional de financiar la protección de la vejez, no por ello constituyen la única alternativa.

    La relación de la población mayor con la población activa no nos habla NECESARIAMENTE de la presión económica que implican los nuevos beneficiarios sobre el financiamiento de la previsión social. Esta relación es relevante sólo si se asume que el financiamiento de la protección social depende de la cantidad de personas en el mercado de trabajo, algo que muy adecuado si el financiamiento previsional es de tipo contributivo. Sin embargo, no es cierto que no existan otras formas de financiamiento.

    En definitiva, más allá de la proporción que los viejos sean del total de la población, o su relación con la población infantil, incluso de su proporción con la población en edad activa, el financiamiento de la protección de la vejez demanda recursos, no personas de una determinada edad. Al observar el PBI uruguayo, es posible ver que el PBI aumentó mucho más que la población anciana en las últimas dos décadas. Así mientras la cantidad de viejos neta se incrementó un 30%, y la proporción de viejos sobre el resto de la población creció 20%, el PBI aumentó, entre 1990 y 2010, un 87%.

    Frente a esto, es evidente que el problema no es el envejecimiento, sino la modalidad de financiamiento contributiva. Por ello, bueno sería que la preocupación por el crecimiento de la población y el aumento de la natalidad, ceda espacio al debate sobre el rediseño de los sistemas contributivos de protección social, en vistas de lograr mecanismos distributivos más eficientes en el financiamiento.

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