Estructura y tamaño de las poblaciones


A través de un ejemplo de la política real española reciente, este post trata sobre la necesidad de distinguir las causas y los efectos del envejecimiento demográfico teniendo en cuenta el volumen de la población analizada. Demasiado a menudo los responsables de planificar la actuación de las administraciones se guían por tópicos y lugares comunes que no hacen esa distinción, con el consiguiente derroche inútil de recursos públicos.

Ya os hablé del escándalo demográfico por el que un completo ignorante del análisis poblacional ha acabado colando, en una comisión del Senado sobre despoblamiento rural, el grueso del informe final publicado en el Boletín Oficial del Senado. Su mensaje principal : hay que fomentar una mayor fecundidad. Su único aval:  ser cabeza visible de un lobby natalista con afinidades con el partido conservador y filocatólico que gobierna el país. A quienes comparten su  ideología les parecerá una cuestión meramente política, de opiniones, pero si es así, sobraban las comparecencias de expertos y autoridades ante la comisión durante dos años, cada una de ellas reflejada en cuatro o cinco líneas en el informe final, mientras que el documento del «amigo» ocupa diez páginas.

Pero es que no es una simple cuestión de opiniones o de ideologías. Los demógrafos existimos por algo, y debemos recordar a nuestros políticos que en demografía, además de ideologías, existe un componente metodológico y científico que deberían respetar alguna vez. No es sólo que se ignore a quienes saben de un tema para abrazar las tesis de un ignorante. El escándalo es que la tesis del buen señor es un error analítico garrafal, fácil de entender por cualquiera, y el Senado lo adopta como propio en una publicación oficial.

¿Por qué es un error de análisis atribuir la despoblación y el envejecimiento rural a los efectos de la baja natalidad? No hace falta recurrir a la inacabable literatura sobre el proceso histórico de urbanización, por el que hemos pasado de una humanidad que residía mayoritariamente en poblaciones rurales a otra en que más de la mitad de los habitantes del planeta reside ya en ciudades. Basta con apelar a cierto principio básico y teórico, universal, que tiene que ver con la relación entre tamaño y estructura, mucho más allá de la mera demografía,

Ya Galileo, trabajando para el arsenal de Venecia en la construcción naval, observó que la forma adecuada para un navío depende de la envergadura y el peso que vaya a tener. Eran los inicios de la  «mecánica de estructuras». Así que, al menos desde el siglo VI, se sabe que las leyes que rigen las estructuras dependen de su tamaño. Por desgracia, la noticia parece no haber llegado todavía a quienes hablan de poblaciones.

Los cambios en la estructura por edades de cualquier población vinculada a un territorio se producen por la evolución de tres únicos factores, los nacimientos, las defunciones y las migraciones, así que es ahí donde debería empezar una investigación rigurosa sobre  las causas del envejecimiento demográfico de esa población en particular.

Pero antes de empezar a buscar esos datos existe otro, todavía más simple, el volumen poblacional, que va a anticipar en gran medida el peso posible que pueden tener los componentes vegetativo y migratorio en los cambios de la pirámide. Y el motivo es fácil de entender: las migraciones tienen tanto mayor impacto cuanto menor es la población en la que se producen.

Piénsese en el espectro posible de tamaños poblacionales humanos. Tendremos un abanico cuyos extremos son la población total que habita el planeta (extremo máximo), y un único individuo habitando cualquier parcela de territorio (extremo mínimo).

¿Qué papel juegan las migraciones a la hora de explicar los cambios en la estructura de la población mundial? Mientras no se desarrolle la colonización interplanetaria, y creo que aún no hemos llegado a esa etapa, ese papel es ninguno, no existe. Todo análisis posible deberá limitarse a la evolución de los componentes vegetativos de la población, los nacimientos y las defunciones.

En el otro extremo, los efectos posibles de la migración en la estructura por edades de una población de un único individuo son abrumadores; si su único habitante se marcha, la emigración lo explicará todo, y si a su territorio se mueven unos cuantos individuos «foráneos» (potencialmente podría ser el resto de la humanidad), el impacto posible es igualmente enorme.

Entre ambos extremos existen muchos puntos intermedios. Pero es evidente que, en el envejecimiento demográfico de la humanidad, toda la explicación se debe a la revolución reproductiva que ha modificado radicalmente el balance entre número de nacimientos y años de vida, y con él la eficiencia de esos sistemas reproductivos que llamamos «poblaciones», mientras que el envejecimiento demográfico de una población con el tamaño de Lugo (fijáos un momento en el gráfico de arriba) está mucho más condicionado por la tradicional dinámica migratoria gallega (no necesariamente actual, porque en demografía los plazos y los efectos guardan una estrecha relación con dinámicas temporales ligadas al ciclo de vida completo, y la emigración de jóvenes tiene efectos muchas décadas después sobre la pirámide).

Entre otras cosas, esta distinción tan elemental entre envejecimiento y abandono rural, por una parte, y cambio en la dinámica reproductiva global, por otra, fue uno de los puntos que intenté transmitir hace un año en Foro Ourense, con una intervención titulada Crisis o triunfo demográfico en su Primera Jornada sobre Demografía. Creo que tuvo buena recepción en general, incluso de los representantes de la Xunta; resulta evidente que las fórmulas de «política demográfica» para pequeños municipios tienen mucho más que ver con el dinamismo económico, la creación de empleo, la iniciativa empresarial o el acceso a servicios, que con las eventuales medidas de fomento de la natalidad. El problema es que la Xunta, y muchas otras administraciones autonómicas y la del propio Estado, están gobernadas por personas obligadas a mantener el discurso natalista en todo momento y lugar por razones ideológicas. Así que, al margen de lo que diga el análisis demográfico, siguen manteniendo el natalismo oficial a través de su  Plan de Dinamización Demográfica (véase el  (Boletín Oficial do Parlamento de Galicia, núm. 695, 16 de maio de 2012), de la misma manera que la comisión senatorial cae en el absoluto descrédito aprobando el informe que aprobó.

Y esto no ha hecho más que empezar. A medida que el crecimiento demográfico explosivo del siglo XX vaya quedando atrás, tendremos que soportar un auténtico tsunami de alarmismos patrióticos obsesionados con la pérdida de volumen poblacional y la catástrofe del envejecimiento demográfico, aunque no se sustenten en ningún conocimiento real sobre demografía. Que, mientras tanto, hayamos cambiado por completo la dinámica reproductiva humana, situándonos en un estadio jamás sospechado de progreso e igualdad no va a importar nada a estos nostálgicos de tiempos pasados, por desgracia mayoritarios entre quienes nos gobiernan. Por lo menos, que no nos engañen asimilando el cambio de la pirámide del país con el de un pueblecito semiabandonado de Soria.


Nota final. El tema de este post pone de relieve un problema metodológico muy presente en el trabajo de los propios demógrafos. Su histórica vinculación a la política, a los Estados y a las fuentes estadísticas oficiales, hace usual que mantengamos  como objeto de estudio las poblaciones «administrativas» aunque su orden de magnitud sea absolutamente heterogéneo. Espero que haya quedado claro que, más allá de tablas meramente descriptivas, los factores que explican las dinámicas y estructuras poblacionales de Luxemburgo y de China no pueden tener el mismo peso en uno u otro caso. 

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5 comentarios en “Estructura y tamaño de las poblaciones”

  1. Con todo mi respeto hacia los señores M. Oquendo y Enric, creo que sus comentarios nada tienen que ver con lo que en este artículo se está tratando. En mi opinión, creo que el artículo es una crítica a una postura analítica e interpretativa prejuiciosa que ve en la baja natalidad la única causa del envejecimiento de la población, cuando es el aumento de la esperanza de vida – y su consecuente descenso de la mortalidad –, si no su causa decisiva, al menos sí una de las más importantes junto con los fenómenos migratorios. Y ese aumento de la esperanza de vida, en última instancia, es una consecuencia de la mejora en la eficiencia de la reproducción, porque, sí, se tienen menos hijos, pero éstos se cuidan infinitamente mejor que antes, por lo que el porcentaje de los que sobreviven en su niñez es mucho más grande y, además, viven mucho más tiempo. A esto es a lo que se refiere el autor del artículo, el señor Pérez Díaz, cuando habla de “revolución reproductiva”, por favor corríjame si no estoy en lo cierto. Del artículo se desprende también otra crítica fundamental, aquella que refiere a la instrumentalización política de la demografía – con la preciosa ayuda de los medios de comunicación – para justificar decisiones político-económicas que se basan en interpretaciones erróneas de los datos demográficos e incluso, directamente, en mentiras que, al final, el pueblo, a base de escucharlas una y otra vez en los medios de comunicación, acaba asumiéndolas como afirmaciones incontrovertibles. Con cierto sarcasmo dice el señor Oquendo que “si nacen más nativos… tendremos más nativos”. A ver quién puede explicarme cómo van a fomentar la natalidad en zonas rurales tan despobladas y con una población tan envejecida cuyas mujeres han sobrepasado ya con creces su etapa de fertilidad. Esto es un absurdo. Es una perogrullada decirlo, pero creo que la única forma de fomentar la natalidad en las zonas rurales es atrayendo a población joven a las mismas: la solución al problema es la movilidad. Ahora bien, ¿cómo? Es obvio: favoreciendo la creación de estructuras de producción, creando empleo vaya. ¿Turismo rural? ¿Agricultura? ¿Ganadería? No lo sé, lo que sí sé es que la gente necesita una forma de ganarse la vida, y si consigues atraer población a las zonas rurales, consigues que tengan hijos y cuando éstos crecen se van de nuevo a la ciudad a estudiar a una universidad o a buscar un empleo, todo lo hecho no ha servido para nada. En fin, tiene guasa que tenga uno que leer a estas alturas cosas como “El sistema reacciona a la falta de mano de obra de bajo coste fomentando la llegada de emigrantes a base de eliminar barreras de todo tipo en las fronteras”: claro, cómo no, que se lo digan a los que se quedan en el camino, bajo las aguas del Mediterráneo. Después, el señor Enric afirma que no entra en si es bueno o malo que lleguen tantos inmigrantes a España y, en definitiva, a nuestros maravillosos países desarrollados occidentales. ¡Qué lástima de nuestra gran cultura! ¡Qué lastima de nuestra gran y homogénea civilización española! ¡Y en éste nuestro territorio, en nuestra propiedad! ¡Nos vamos a convertir en minoría y la influencia de las culturas foráneas va a acabar con la nuestra, con el fruto de siglos y siglos de pureza cultural, religiosa y racial! ¡Qué gran tragedia que sucumba tal cultura, con el esfuerzo inmenso que nos ha costado mantenerla ajena a todo de tipo de influencias externas! ¿Cómo vamos a dejar que una cultura tan superior ceda ante tal barbarie extranjera? Todo este aparato argumentativo forma parte de lo que los antropólogos han venido llamando etnocentrismo, con su dosis racista de eugenismo, que, asumido por movimientos radicales nacionalistas, tantos males ha causado en la historia del siglo XX. Desde luego que no aprendemos nada. A ver, señores Oquendo y Enric, díganme qué es ser español. ¿Ser español es ser íbero, romano, visigodo, judío, árabe o bereber? ¿Qué es ser español? Si queremos mantener nuestra pureza cultural lo mejor será que emulemos a Felipe III y expulsemos a todos estos indeseables de España. En fin, pido disculpas por tanta ironía, pero es que, sinceramente, me parece que andar así a estas alturas de la vida me parece indignante.

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  2. Creo que el autor tampoco se explica muy bien. Los problemas complejos se suelen resolver en muy buena medida –no en todo ni a la perfección– cortando el nudo gordiano y reduciendo su complejidad. Un corolario de la ley Ashby.

    1. De repente, y a causa de decisiones políticas del poder muy concretas casi ningún autóctono tiene hijos antes de los 30 años, es decir entre siete y 15 años más tarde que hace 35 o 40 años. ¿Qué esperamos?
    2. De repente y por decisiones del Poder político………El Peso de la Industria en el PIB cae un 40% y el empleo parecido. Solo se puede crear la ficción a base de burbujas y empleo malo y precario. ¿Qué esperamos?
    3. El sistema reacciona a la falta de mano de obra de bajo coste fomentando la llegada de emigrantes a base de eliminar barreras de todo tipo en las fronteras. ¿Qué esperamos?

    ¿Qué horizonte nos ofrecen los demógrafos? Pues, por lo que vemos, más de lo mismo.

    Por lo tanto cuando alguien dice que si nacen más nativos tendremos………. más nativos………………no miente. En absoluto.

    Saludos y gracias por el artículo.

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    1. Gracias también por tu comentario Manu. Tu afirmación de que «de repente, por decisiones políticas…» debes contrastarla con que el descenso de la fecundidad sea un proceso de más de cien años que jamás contó con ningún apoyo de prácticamente ningún Estado. Pero tu email es muy ilustrativo sobre tópicos realmente extendidos y te agradezco la ocasión de aportar alguna aclaración. La demografía existe, y si quieres una explicación del descenso de la fecundidad desde la demografía, no desde los tópicos, te recomiendo una sección completa de este blog en La Revolución Reproductiva. Gracias por escribir, por leer el blog y espero que sigas ahí comentando.

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  3. Quizá el problema que se pretende obviar es cultural. Cuando la sociedad occidental se vaya convirtiendo en minoritaria en su propio territorio no habrá posibilidad de revertir la influencia de culturas foraneas que se están asentando en Europa. No entro en si eso es bueno, malo o todo lo contrario.
    Como ejemplo, un botón: «Bruselas, reconocida como capital de Europa, podría ser un augurio de lo que pueda ir ocurriendo poco a poco en el resto del continente. El sociólogo Jan Hertogen ha realizado un estudio que indica que en 2020 Bruselas tendrá 1,2 millones de habitantes de los cuales sólo entre el 20 y el 30 por ciento serán belgas de origen. Un 50 por ciento serán naturalizados, de los cuales una gran parte serán de origen musulmán.» – Seguir leyendo: http://www.libertaddigital.com/mundo/caminamos-hacia-una-europa-musulmana-1276414162/

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    1. Enric, gracias por el aporte. No entiendo muy bien eso de «el problema que se pretende obviar», pero por la fuente que citas deduzco que te refieres al supuesto problema «nacional» por mucho que la demografía desmienta el argumentario de las alarmas. Hertogen no es demógrafo, ni un analista especialmente riguroso, sino uno más de la larguísima lista de agoreros de la decadencia occidental causada por su derrota demográfica ante el enemigo, ya sea el peligro amarillo, la plaga africana, la invasión bárbara o el fundamentalismo islámico. En esa línea es mucho mejor un libro que ya comenté aquí en su día en «La derrota demográfica del laicismo«, por mucho que sus errores conceptuales sean los mismos. También los esencialistas de la «raza americana» lloran de vez en cuando porque EEUU recibe «demasiada» inmigración latina o asiática, pero llevan más de cien años recibiendo inmigración a un ritmo promedio de un millón de personas por año, y no parece que eso les haya sentado muy mal.
      Te agradezco mucho que uses el blog, y que aportes materiales y puntos de vista para debatir. Ese es mejor perfil posible, así que sigue ahí.

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