
Parte I: Qué es / Cómo se representa
Parte II: Historia de la teoría / Su uso político y su cuestionamiento como teoría auténtica / Bibliografía
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Contexto histórico del que surge y problemas a los que responde
Según Malthus y su particular concepción de la «naturaleza humana», las personas se reproducen descontroladamente mientras los recursos lo permitan, hasta alcanzarse un estadio insostenible. Estamos abocados a la catástrofe si no ponemos un freno moral a la procreación (véase la página dedicada a Malthus).
Se equivocaba en todo. Precisamente en su época la industrialización empezaba a elevar los recursos de forma jamás sospechada y, simultáneamente, la moralidad a la que apelaba entraba en un profundo declive. Sin embargo entre las personas de los países más avanzados en ese proceso lo que empezó a extenderse no fue el crecimiento descontrolado, sino una fecundidad cada vez menor. Aún más, los métodos con los que se conseguía esa reducción cada vez tenían menos que ver con los «frenos morales» predicados por Malthus, y más con la extensión de métodos anticonceptivos artificiales muy alejados del moralismo que él predicaba (véase «malthusianismo). Se iniciaba un descenso nunca visto de la fecundidad, que iba a provocar un nuevo miedo demográfico, muy distinto al de Malthus.
A finales del siglo XIX el modelo de «Estado nacional» se había extendido, y el volumen de la población empezaba a ser visto como un arma estatal esencial en los conflictos internacionales y en la «salud» interior. Este nuevo tipo de Estados había mejorado notablemente las herramientas de medición poblacional (censos modernos, registro civil de acontecimientos vitales, institutos de estadística). Fue entonces cuando las élites gobernantes empezaron a recibir noticias del cambio que se estaba produciendo: la fecundidad venía disminuyendo sostenidamente, al menos durante buena parte del siglo XIX, y ya a principios del siglo XX se situaba por debajo de los 2 hijos por mujer en muchos países europeos.
El miedo al declive demográfico por parte de las élites gobernantes proporcionó entonces a la demografía su impulso definitivo. Los Estados más poderosos se volcaron en su financiación y desarrollo, a cambio de encontrar remedios, políticas de población que desviasen la dinámica poblacional en una dirección diferente. Las clases dominantes, que se veían en peligro, usaron sus propias claves ideológicas para interpretar estos cambios, y los primeros diagnósticos fueron morales, como lo habían sido para Malthus, por mucho que en un sentido opuesto. La principal explicación del descenso de la fecundidad se busca en la pérdida de valores. El evolucionismo, la reciente «revolución científica» iniciada por Darwin, es aplicado al análisis de las poblaciones humanas, y se habla de «degeneración» y «decadencia» social (ver el post sobre La Decadencia de Occidente). Y las principales culpables son fáciles de encontrar, porque son las personas que paren a los niños: las culpables son las mujeres.
En efecto, si las mujeres tienen menos hijos debe ser porque ya no mantienen los principios tradicionales. Han perdido el respeto a la familia, al padre, al esposo, a las costumbres… incluso traicionan a su patria (es una época de exaltación nacional, que alcanzará el paroxismo con la primera guerra mundial; los hombres luchan, y las mujeres deberían parir muchos hijos para reponer las bajas, y no lo hacen; puedes ver aquí un post sobre el natalismo militarista francés). Por otra parte, a finales del siglo XIX algunas empieza a querer estudiar en las universidades, aparecen las sufragistas reclamando el voto femenino, surge el neomalthusianismo predicando el goce libre del cuerpo y promocionando anticonceptivos artificiales (que hasta entonces sólo usaban las prostitutas), un cúmulo de coincidencias, en fin, que señalan unánimemente su culpabilidad. De hecho la «educación» y adoctrinamiento de las mujeres para que cumplan sus funciones «naturales» de forma eficiente se convierten en objetivos prioritarios de las políticas sociales de la época.
Pero el trabajo estadístico seguía acumulando datos, y en distintos países empezaba a dibujar una explicación muy distinta. Lo observado de forma reiterada y coincidente es que los países que veían descender intensamente la fecundidad habían experimentado con antelación un progreso económico y social revolucionario, que se traducía en un descenso tanto o más acusado de la mortalidad. No había degeneración moral, ni decadencia, ni era el final de Occidente ante los bárbaros de otros contienentes, más prolíficos. Por el contrario, el triunfo de Occidente (económico, político, militar, cultural) se traducía en un nuevo régimen demográfico.
Los autores que enuncian tales ideas son diversos. Dos destacados son A. Landry, y W. Thompson:
Adolphe Landry (Francia) analizó la relación de los cambios en las variables demográficas y la productividad del trabajo en Francia y otros países europeos. Este autor estructuró la teoría, bajo el nombre de “Revolución Demográfica”, en tres etapas en virtud del tipo de economía: primitiva, intermedia y moderna
- 1909. «Les trois théories de la population.» Revue Scientia.
- 1933 «La révolution démographique.» In Economic Essays in Honour of Gustav Cassel. London: George Allen and Unwin. Reimpreso en 1987 como «Demographic Revolution.» Population and Development Review, 13(4): 731–740
- 1934. La révolution démographique. Paris: Sirey.
Soriot, A. (2002), Optimum de production et optimum de population : l’analyse démographique d’Adolphe Landry Revue d’histoire des sciences humaines 2 (7): 157-179.
Warren Thompson (EEUU), disponiendo de datos de distintos países para el periodo 1908-1927, describe tres diferentes regímenes demográficos en función de los niveles de mortalidad y natalidad, y de su consecuente ritmo de crecimiento poblacional: estacionario o de disminución (Europa nórdica y occidental y Estados Unidos, con mortalidad y natalidad muy reducidas), crecimiento efectivo (Italia, España, y los pueblos eslavos de Europa central, con incipiente control de ambos factores, pero mortalidad en descenso más acentuado) y estado de crecimiento potencial (el resto del mundo, con escaso control sobre nacimientos y defunciones).
- Thompson, W.S. (1929), «Population» American Sociological Review 34 (6): 959-975.
Estos descubrimientos demográficos apenas encuentran aplicación por parte de las élites políticas, en un periodo de profunda crisis productiva y laboral (iniciada precisamente en 1929). Disponen ya de argumentos más tradicionales y más amenazadores para imponer políticas natalistas, y tienen otras prioridades demográficas en ese momento, como el control de la inmigración (EEUU) o la causa eugenista en pro de una mejor «calidad» poblacional.
Hay que esperar el fin de la segunda guerra mundial para que eclosione finalmente un tipo de demografía nuevo, menos concentrado en lo «interno», en el que las diferencias internacionales de crecimiento demográfico asumirán un protagonismo sin precedentes. El interés lo pondrá EEUU, que emerge claramente como primera potencia mundial, interesada en el desmantelamiento de las estructuras coloniales europeas y en la apertura mundial financiera y comercial. Y es precisamente en 1945, y por parte de demógrafos estadounidenses, cuando la transición demográfica irrumpe como un concepto políticamente útil.

En 1945, Frank Notenstein retomó el hilo de las tesis de Thompson, hasta el extremo de ser considerado erróneamente por muchos divulgadores como el primero en proponer la TTD. Notestein en realidad forma parte de una grupo nutrido de estudiosos de la población en la Universidad de Princeton, la Office of Population Research (Princeton es la úniversidad más importante en el asesoramiento de la política exterior de EEUU en esa época). Lo que hace es aplicar la TTD al problema político de cómo distribuir las influencias y los recursos excedentes de EEUU en el resto del mundo, especialmente el más pobre, para conseguir los mejores resultados geoestratégicos. Sintomáticamente, lo hace en una conferencia sobre la ayuda alimentaria de posguerra:
- Notestein, F.W. (1945), «Population – The long view.» en. Schultz, Theodore William -Ed-, Food for the world, Chicago, University of Chicago Press, pp. 36-57.
- Notestein, F.W. 1953. «Economic problems of population change.» Presented at Eight International Conference of Agricultural Economists, London.
Como argumenta convincentemente S. Szreter, el éxito político de la TTD de Notestein (de Princeton en general) requería cambios respecto al modelo teórico de los años veinte. Ya en el periodo entre guerras los demógrafos estadounidenses habían estudiado detalladamente la evolución demográfica de la costa asiática del Pacífico, un área de clara expansión comercial y política para su país. El diagnóstico era doble, y muy preocupante: el ritmo de crecimiento demográfico se había acelerado, y los niveles de pobreza también, provocando una situación política explosiva, favorable a la extensión del comunismo. En la versión tradicional de la TTD el descenso de la fecundidad se había entendido como una respuesta más o menos retardada al desarrollo económico previo. Por lo tanto, si ciertas partes «pobres» del mundo estaban creciendo muy rápidamente y ello suponía un problema de «seguridad nacional» para EEUU , el remedio debía estar en acelerar su desarrollo para que también disminuyese su fecundidad y frenar así el crecimiento. Pero esa no era en realidad una solución aceptable para los inversores de EEUU, interesados en colocar sus inversiones en el Tercer Mundo de manera productiva, es decir, reembolsándose los beneficios, en vez de reinvertirlos en esos países para acelerar su desarrollo. Con ese esquema de la transición, parecía más efectivo el sistema comunista, precisamente el enemigo a combatir en la posguerra. De hecho los economistas de los años cuarenta en EEUU, muy interesados en las claves del desarrollo y de la industrialización, otorgaban un papel fundamental a la acumulación de capital, y reconocían que el sistema soviético había sabido quemar etapas precisamente porque el comunismo no reparte dividendos sino que reinvierte los beneficios.
Frente a la guerra fría y a la fulgurante extensión del comunismo en Asia, la demografía de Princeton propuso una remodelación de la TTD que sí permitía actuar a la vez en favor del desarrollo del tercer mundo y contra el modelo comunista. Para conseguirlo, reconoce que los países en «vías de desarrollo» son «diferentes», y pone al revés, en su caso, el orden de factores causale de la transición:
– Existen distintos tipos de transición. Estos países no pueden tener una transición como la de Europa: han empezado a reducir la mortalidad muy tarde, pero más que con la lenta y progresiva mejora de las condiciones de vida conseguida con la industrialización, lo han conseguido con avances médicos y sanitarios traspasados desde Occidente, con lo que el ritmo es mucho más acelerado, con un crecimiento demográfico «explosivo» y sin salir de las tradicionales economías agrarias
– El descenso de la fecundidad en estos países no podrá producirse como resultado del desarrollo económico. El ritmo de crecimiento demográfico es tan rápido, que los beneficios del desarrollo no pueden acumularse para dar el salto industrializador, por consumirse en los gastos básicos de alimentación y crianza de las nuevas y voluminosas generaciones. Hay que invertir los términos de la TTD y afirmar que sin el descenso previo de la fecundidad, en estos países nunca se conseguirá despegar en el desarrollo.
Todo ello es lo que contiene la nueva versión de la TTD enunciada por Notestein y testada en los años sesenta y setenta gracias al megaproyecto de Princeton The European Fertility Project, dirigido por Ansley Coale. En realidad lo que pone en marcha la demografía de la guerra fría es el mayor programa de control político de la población jamás soñado: el control de la población mundial. El marco teórico central será el que proporciona esa nueva TTD de Notestein, y los apoyos se buscarán traspasando la misión a las propias Naciones Unidas e intentando convertirla en un Programa de Acción aprobado por el mundo entero (véase la página sobre las Conferencias Internacionales de Población).
- Pérez Díaz, J. (1994), La política mundial de población en el siglo XX Papers de Demografia (90): Centre d’Estudis Demogràfics.
Las dudas sobre el estatus teórico de la TTD
Tras la desaparición de la URSS, el final de la guerra fría y el triunfo del neoliberalismo, la demografía de EEUU entra en una fase que Denis Hodgson (1988) califica de «revisionismo». El control de la fecundidad mundial deja de ser un objetivo para la segunda administración Reagan que, de hecho, a causa del peso que en ella tienen los lobbies antiabortistas, se convierte en enemiga radical de los activistas del Family Planningy, incluso si se mueven en las instituciones internacionales que EEUU había encargado de difundir tales políticas.
Ya antes de esos años había críticas sumamente convincentes contra la posibilidad de considerar la TTD como una auténtica teoría; una de las más completas enumeraciones puede encontrarse en Arango (1980). Pero tras el giro estratégico de la demografía estadounidense, la TTD ha pasado a ser considerada una mera «generalización empírica», sin valor teórico real, que sólo mantiene utilidad para las instituciones internacionales como Naciones Unidas en su tarea divulgativa. El principal motivo es que, sirva o no para relacionar en el tiempo los comportamientos históricos de la natalidad y la mortalidad, no ha conseguido postular una relación causal entre tales comportamientos, es decir, «explicarla».
Por eso, y por la gran cantidad de «novedades» no previstas por la TTD, desde el «baby boom» hasta la actual dinámica de los países más desarrollados en materia familiar y conyugal, se ha llegado a postular la existencia de una Segunda Transición Demográfica. Posteriormente la Teoría de la Revolución Reproductiva ha creado un marco interpretativo que unifica ambas transiciones y explica el papel del cambio demográfico en el proceso general de modernización.
Referencias utilizadas y lecturas de interés
- La Segunda Transición Demográfica en Van de Kaa y Lestahege
- La Teoría de la Revolución Reproductiva.
- Brown, J.C., Guinnane, T.W. (2003), Two Statistical Problems in the Princeton Project on the European Fertility Transition Yale University Economic Growth Center Discussion Paper (869).
- van Krieken, R. (1997), «Sociology and the reproductive self: demographic transitions and the modernity», publicado enSociology, 31 (3): 445-471
- Kirk, D. (1996), «Demographic Transition Theory» Population Studies 50(3): 361 – 387.
- Arango, J. (1980), «La teoría de la transición demográfica y la experiencia histórica«, publicado en Revista Española de Investigaciones Sociológicas, (10): 169-198.
- Szreter, S. (1993), «The Idea of Demographic Transition and the Study of Fertility Change: A Critical Intellectual History» Population and Development Review 19(4): 659-701. (De este importante artículo puedes encontrar aquí un resumen realizado por Borja Domínguez)
- Hodgson, D. (1988), «Orthodoxy and revisionism in American demography» Population and Development Review 14 (4): 541-569.
- Brown. J.C. (2003) Two Statistical Problems in the Princeton Project on the European Fertility Transition. Yale University Economic Growth Center Discussion Paper No. 869
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Parte I: Qué es la TTD / Cómo se representa
Pois eu sun carla de vilamean, gustoume o articulo
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