Sobre el descenso de las rupturas conyugales desde 2006 en España
Una nota de prensa del INE (6/09/2010) sobre el descenso de las rupturas matrimoniales dio lugar ayer a algunas llamadas de medios pidiendo comentarios o aclaraciones. Así que, ya que los he dado a la prensa, también hago esta entrada en el blog:
Una de las llamadas fue de Público, y esta mañana su titular era Las rupturas de pareja caen un 27% en tres años.
Al final les gustaron algunos de mis comentarios y decidieron añadir algunos en nota separada, Muchos hijos son del «baby boom».
Mi comentario pretende convencer de que, sólo con la nota de prensa del INE y la evolución de los simples números, no es suficiente para extraer conclusiones sobre las causas, sobre todo teniendo en cuenta la tentación actual de explicarlo todo por la crisis.
En demografía deberíamos tener clarísimo siempre un principio fundamental: hay que tener también los denominadores, la población de referencia. En este caso eso equivale a conocer qué población «separable» hay en cada año y en cada edad, y eso depende del volumen generacional, pero también de cuánto se hayan unido en pareja de tales generaciones. De ahí mis especulaciones sobre la posible influencia de los cambios generacionales en la franja de edad en la que más se concentran las rupturas. Están empezando a «pasar de largo» de esas edades los nacidos en el baby boom, pero también hay que atender a la intensidad con la que se unieron en pareja, ellos y las generaciones siguientes, y esa intensidad también fue descendente o, al menos, se retrasó notablemente hacia edades más tardías.
En fin, seguro que hay expertos en nupcialidad y conyugalidad que podrán aclarar todo esto. Lo que sí me pareció digno de mencionar con claridad es cómo de enorme fue el error de quienes en 2005, cuando se aprobó la ley del divorcio «exprés», anunciaron una hecatombe de la nupcialidad y las familias españolas. Todo el mundo se iba a divorciar ante tantas facilidades. Esos sectores, generalmente asociados a la derecha cristiana española, dieron por confirmada la catástrofe en 2006 cuando el número de divorcios aumentó: el gráfico de arriba muestra que todo era un error de interpretación mal intencionado. Con la nueva ley dejaba de ser preceptiva la separación previa al divorcio y, por tanto, los divorcios ganaron lo que perdieron las separaciones, simplemente. Luego, en 2007, empezó el descenso de las rupturas y ahora, a agua pasada, alguien igual de mal intencionado podría darle la vuelta a la tortilla y afirmar que aquella ley del divorcio fue buena para los matrimonios y la familia española. Los agoreros de las catástrofes tienen que enfrentarse después a lo que ocurre en la realidad, y suelen meter la pata casi siempre, al menos en asuntos demográficos.