Algunas consecuencias geopolíticas de los procesos demográficos actuales


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Silvia Florentina  Marcu

Aquí tienes su Ficha personal, con perfil académico y publicaciones

Doctora en Geografía e Historia, Investigadora del CSIC mediante contrato Ramón y Cajal y Profesora de Relaciones Internacionales en EEUU y en España

«Hola Julio: Aunque tarde, me permito enviar, tal como prometí, en algún momento, un pequeño artículo, para tu interesante blog. A lo mejor, encaja. Intenté vincular la demografía a la geopolítica… Aprovecho la oportunidad para desearte un muy feliz Año 2011! Un cordial abrazo. Silvia Marcu».

JPD: Espero que cunda el ejemplo y tu texto haga que este año se animen más comentaristas. Gracias a tí por este regalo.

Algunas consecuencias geopolíticas de los procesos demográficos actuales

En la visión de la geopolítica, la demografía representa el segundo elemento esencial de la existencia del Estado. La población se percibe como factor de poder en las relaciones entre las diversas entidades geopolíticas existentes en el contexto internacional, pero también como elemento fundamental generador de procesos y fenómenos geopolíticos.

En su obra Preparing for the Twenty First Century (1993), Paul Kennedy señalaba que abarcando el periodo 1990-2025, se podría advertir que alrededor de un 95% del crecimiento de la población mundial se produciría en los países en vías de desarrollo.

Si en los años setenta África y Europa tenían una población aproximadamente igual, en 2025, la población de África será dos veces mayor que la de Europa. Hasta 2025, una serie de Estados africanos llegarán a niveles de población absolutamente dramáticos, si tomamos en cuenta el hecho de que los medios de subsistencia no aumentarán de manera correspondiente.

Para Asia se espera, asimismo, un aumento considerable. Según el Departamento Económico y Social de la ONU, en 2050, India tendría una población de 1.528.853, superando a China en casi cien millones de habitantes. Aunque situada en la actualidad en el puesto 12, Alemania dejaría de ocupar un lugar en el ranking de los países más poblados del mundo. La población de Irán, por su parte sería más numerosa que la de Japón, mientras que la población de Etiopía, sería casi tres veces mayor que la de Francia. Canadá tendría una población más reducida que la de Siria, Nepal o Madagascar. Los países europeos desarrollados, aquejados por la baja natalidad y el envejecimiento de la población, se situarían, desde este punto de vista entre los países medianos o incluso pequeños.

Una de las realidades inquietantes del siglo XXI es que los países en vías de desarrollo concentran más de 4,7 mil millones habitantes, con un crecimiento promedio anual de de 1,8%, mientras que los países desarrollados aglutinan 1,1 mil millones habitantes, con un crecimiento promedio anual de 0,4%.

¿Cuáles serían, pues, las consecuencias geopolíticas de la desigual distribución de la población mundial, de las disparidades demográficas entre países?

Las tendencias tendrán sus consecuencias que, por ahora, sólo podrían aproximarse. Por ejemplo, las consecuencias económicas y sociales de los cambios entre el número de personas ocupadas y el de los jubilados lo presenta Milton Ezrati en un artículo de Foreign Affairs, en el que analiza la situación de Japón. El proceso de envejecimiento de la población de Japón y la disminución de la población activa en comparación con el número de jubilados tienen como resultado el cambio de la orientación de la economía del país, desde la intensa producción y exportación hacia los servicios, investigación o finanzas. A la capacidad cada vez más reducida de las exportaciones le sigue, naturalmente, una mayor necesidad de las importaciones, en relación con el desarrollo de la industria de Japón basada en la exportación de tecnología. Todos estos factores se reflejarán en una política exterior más activa, con consecuencias para toda la región.

La mayor parte de los analistas coinciden en que la existencia de las concentraciones demográficas desiguales en varias regiones del mundo desencadena un proceso de migración de población desde las regiones pobres, con intensa densidad demográfica, hacia las regiones desarrolladas, con escasa población.

Este tipo de migración representará uno de los mayores procesos sociales de las próximas décadas, difícilmente controlable. El cierre de las fronteras, el endurecimiento de los controles no representan soluciones a largo plazo. A las fronteras de los Estados desarrollados se creará una gran presión que no podrá solucionarse con medidas estrictamente administrativas.  De hecho, el cierre fronterizo de los últimos años hizo aumentar el número de clandestinos y aparecer nuevas formas de tráfico. Redes mafiosas transnacionales, como forma moderna de esclavitud, prosperan sobre la miseria (obreros clandestinos, trata de blanca). Las regiones desarrolladas serán o ya son consideradas como zonas escasas demográficamente, que atraen la población de otras regiones del mundo. La población del mundo no podrá vivir mucho tiempo desgarrada por este desequilibrio demográfico. De una u otra manera, ello generará movimientos y procesos sociales de reequilibrio.

Otra consecuencia geopolítica importantes puede residir en las diferencias de crecimiento natural de la población de varias etnias y religiones incluso en el marco de un mismo Estado. Estas diferencias pueden conducir a tensiones y conflictos entre las respectivas poblaciones. El caso clásico, en tal sentido, es la evolución de la población rusa en relación con la musulmana en el marco de la antigua URSS. A finales de la década de los noventa, la población rusa, tenía 145 millones de habitantes y el mismo número de niños que la musulmana, que contaba sólo 50 millones de habitantes. Resulta claro que a lo largo de dos generaciones la población musulmana superaría numéricamente a la población rusa. El mismo fenómeno tuvo lugar en la provincia yugoslava de Kosovo: las diferencias entre el ritmo natural de aumento de las dos poblaciones hicieron que los albaneses fueran mayoritarios en una provincia que representaba la cuna de formación del pueblo serbio.

El problema de los ritmos desiguales de crecimiento natural de las poblaciones afecta sobre todo a los Estados con poblaciones minoritarias significativas. En el caso en que éstas últimas tienen una tasa alta de natalidad, las relaciones con la población mayoritaria cambian dramáticamente, lo que afecta la estabilidad y puede desencadenar incluso un proceso de rediseño de las fronteras. En este sentido, mencionamos la evaluación de John T. Rourke (1999) sobre la relación entre la proporción de la nacionalidad mayoritaria y la población total de un Estado. En la actualidad, sólo un 9,2% de los Estados del mundo se encuentran en esta situación. Más de un 90% de los Estados tienen una población con dos o más nacionalidades, mientras que, para un 29,5%  de los Estados la nacionalidad mayoritaria representa menos de la mitad del total de la población.

En este contexto, no podemos olvidar que una de las características nefastas del final del siglo XX, generada precisamente por la estructura étnica y religiosa de la población, fue la proliferación de los conflictos interétnicos en Bosnia, Kosovo, Chechenia, Etiopía o Sudan, por mencionar algunos. Sólo el mapa de la antigua URSS refleja 70 núcleos de tensiones y conflictos de índole  interétnica.

Finalmente, en la misma serie de consecuencias geopolíticas se incluye el impacto negativo que el aumento descontrolado de población tiene sobre el medio ambiente. La degradación del medio (que implica entre otros factores, el calentamiento global, la escasez de agua, los residuos, las catástrofes, los transgénicos, la energía nuclear) es un proceso imparable, que no conoce fronteras, y viene acompañado por tendencias a largo plazo, convirtiéndose en un problema regional e incluso global. Existe una interconexión compleja entre el aumento de la población, el deterioro de las condiciones sociales y la degradación del medio ambiente. El enfoque realista de estos temas sólo puede contemplarse situando en el centro del análisis el problema de la pobreza como denominador común de los procesos negativos señalados más arriba. La pobreza es un problema social, pero también geopolítico ya que, perturba el equilibrio político de Estados e incluso continentes, provocando oleadas de refugiados. Y aunque afecta alrededor de la tercera parte de la población mundial, esta lacra de la humanidad no encontró vías de erradicación. Frenar sus causas será, sin duda la solución y supondrá la gran tarea geopolítica del mundo para el siglo XXI.

(Silvia Marcu, Enero de 2011)

Referencias utilizadas en el texto:

Departamento para problemas Económicos y Sociales de la ONU (2009)

http://www.un.org/en/ecosoc/index.shtml

Ezrati, Milton  “Japan’s Aging Economics”, Foreign Affairs, May –Juin 1997.

Kennedy, Paul Preparing for the XXI Century, Random House, New York, 1993.

Rourke, John.  International Politics on the World Stage, Duskin/Mc Grow-Hill, 1999.

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