A principios de abril se ha hecho público un documento de Trabajo de la Comisión Europea que resume los rasgos principales de la situación demográfica de la Unión Europea. Se trata del Demographic Report 2010 (link al pdf), un informe de la Dirección General para el Empleo, Asuntos Sociales e Inclusión
Durante el año 2009 la población del conjunto de la UE-27 ha crecido ligeramente, hasta alcanzar algo más de 501 millones, 1,4 millones más en un año. La situación, de hecho, es muy cercana al equilibrio: son 19 países los que crecen y ocho los que decrecen. Se trata de un conjunto poblacional muy avanzado en el proceso de Revolución Reproductiva, muy eficientes en mantener sus poblaciones con una fecundidad reducida a cambio de un gran aprovechamiento poblacional de los nacimientos, gracias a los muchos años que permanecerán vivos.
La fecundidad, de hecho, ha aumentado ligeramente, de 1,45 a 1,6 hijos por mujer, pero los principales componentes del crecimiento son el aumento de la esperanza de vida y, especialmente, la inmigración, ambas muy características de las poblaciones muy avanzadas en la Revolución Reproductiva: la enorme inversión en los hijos que se tienen, además de explicar su altísima esperanza de vida, les convierte, de adultos, en personas con un perfil ocupacional elevado, de manera que los nichos menos cualificados del mercado laboral atraen inmigración que, en sí misma, acaba generando redes migratorias mucho más complejas y duraderas.
De hecho la fecundidad femenina está experimentando un cambio de calendario muy importante. Las trayectorias vitales femeninas, descargadas de las grandes fecundidades del pasado, han abandonado las pautas tradicionales de cese en el trabajo extradoméstico al formar pareja y tener hijos. Las pautas actuales se aproximan a las masculinas, y los hijos se retrasan hasta finalizar el periodo de formación y haber consolidado la trayectoria laboral, que ya no se abandona con la maternidad.
En esta fase de la modernización demográfica, las dificultades femeninas para compaginar familia y trabajo, por tanto, son la clave más relevante si las políticas públicas pretenden, por «necesidad nacional», elevar la fecundidad. Eso es lo que predican todos los nacionalismos natalistas, ideológicamente obsoletos, pero tan frecuentes estos días. Equivocan totalmente el método cuando predican el retorno a las pautas conyugales y familiares tradicionales. La igualación femenina no tiene marcha atrás. De hecho, el objetivo de las políticas debería dejar definitivamente de ser demográfico y natalista. Lo que debe preocupar desde las políticas públicas es que las personas puedan tener hijos sin renunciar a sus carreras y trabajos. Europa es el lugar donde empezó la revolución reproductiva, y también el que está más avanzado en su culminación. Llegados a este punto, hace falta política social y de igualdad, no demográfica. Los países nórdicos, pioneros en este tipo de políticas, son hoy los más fecundos de Europa.