La derrota demográfica del laicismo


El desarrollo de la demografía recibió su impulso definitivo a finales del siglo XIX, y uno de sus motivos fue el miedo al «otro». Gracias a la demografía, los gobernantes de los países más ricos descubrieron con pánico que su «fecundidad diferencial» era menor que la de los demás (los demás eran los pobres, los obreros, los deficientes, los negros, los chinos, los vecinos…). Así que impulsaron la nueva disciplina y las políticas de población intentando entender las causas de esas tendencias y así poderlas cambiar. Este ha sido siempre el «coco» con que se asusta a estos «niños», y más de un siglo después todavía hay quien se dedica a explotar ese miedo. Erik Kaufmann lo hace con la fecundidad diferencial de los laicos y los creyentes.

Extraigo y traduzco sólo algunas frases de la presentación de su libro:

En la carrera por las almas, la demografía cuenta más que la elocuencia. Y la realidad demográfica es muy desfavorable al laicismo: la religión está expandiendo su parte de la población porque las tasas de natalidad de los laicos han caído por debajo del reemplazo.

Basándose en gran cantidad de estudios demográficos, Kaufmann demuestra que las personas más religiosas son, independientemente de sus ingresos, religión o educación, las que más hijos tienen. Los países religiosos tienen un crecimiento demográfico más rápido que los laicos así que, en estos últimos, los inmigrantes son mucho más religiosos que las sociedades de acogida. El efecto acumulativo de la fecundidad y la inmigración religiosa será revertir la secularización en Occidente. No sólo serán los creyentes quienes triunfen finalmente; además los más extremistas tienen las familias más numerosas.

Ideas con un impacto considerable ¿verdad? Aquí puedes verle en persona explicándolas con gran soltura y convicción (es un académico muy mediático, y encontrarás multitud de intervenciones suyas ante las cámaras).

Eric Kaufmann on the Impact of Immigration on Religious Picture in Europe

Kauffman ha descubierto el filón y se dedica a explotar todos los miedos demográficos. Se mueve en ese interesante mundo conceptual de la «seguridad del Estado», el asesoramiento a la política exterior, la reflexión sobre las identidades nacionales y étnicas para sus gobernantes, lo que ocupa a los «thing tanks» a sueldo del poder, vamos. La suya es una perspectiva global, mucho más amplia que el limitado germanismo de un «demógrafo-racial» como Thilo Sarrazin, pero los principios son los mismos.

El error analítico de Kaufmann es impropio de un estudiante de sociología en su primer curso: confunde la reproducción demográfica con la reproducción social. Él cree que los hijos los paren las religiones, las ideas, las naciones, las clases sociales, no sus madres. Lo mismo pensaban en el siglo XIX los sindicatos que confiaban en el triunfo revolucionario por la mayor fecundidad del «ejército obrero»; lo mismo temían las élites coloniales viendo que los colonizados tenían más hijos que ellos; lo mismo asusta, en fin, a las élites nativistas de los países ricos cuando reciben contingentes importantes de inmigración que, por supuesto, tiene mayor fecundidad.

Pero incluso en términos estrictamente poblaciones Kaufmann es un lego sin formación alguna en análisis demográfico. Maneja esa rancia confusión por la que popularmente se cree que los demógrafos son «los que cuentan personas». Confunde fecundidad y reproducción, ignorando en sus análisis que el crecimiento en buena parte del mundo menos rico se debe más al descenso de la mortalidad que a la elevada fecundidad (que está bajando rapidísimamente incluso en el mundo islámico). Como no sabe la diferencia entre fecundidad y reproducción, utiliza, como muchos otros, el tópico erróneo sobre la «fecundidad de reemplazo». Qué decir ya de su nula comprensión de la perspectiva longitudinal e intergeneracional que caracteriza el núcleo duro de la teoría demográfica. Para Kaufmann la historia no existe, los hijos se convierten en los adultos que pre-programan sus padres, y los cambios intergeneracionales son un terreno demasiado complejo que resuelve de un plumazo considerando que los extremistas religiosos no tienen hijos de carne y hueso, sino clones.

Su problema es que este cuadro «mecanicista», un modelo del mundo sencillo y fácil de entender, no cuadra ni siquiera con lo que ya sabemos que pasa en el mundo real. Las ideas no se extienden o se extinguen porque quienes las sustentan tengan más o menos hijos. Los tradicionalistas hace siglos que tienen más hijos que los «modernos», de modo que los últimos deberían haberse extinguido hace tiempo. Las ciudades tienen  menor fecundidad que el mundo rural hace mucho tiempo, y sin embargo la población urbana del mundo no hace más que crecer. De hecho, si un grupo quiere crecer muy rápidamente, lo que le conviene es «convencer» a otros para que se le sumen (es mucho más barato, además). Eso se puede hacer de muchas maneras (con ideas, con bienestar, con sobornos, con amenazas, con cariño, con educación…), pero en cualquier caso es mucho más eficiente que parir y criar hijos que luego, quien sabe, pueden irse «con otros».

La única explicación del éxito mediático de Kaufmann es que explota el miedo. Sigue encontrando «élites» alemanas que temen la mayor fecundidad de los inmigrantes musulmanes, o «élites» estadounidenses que temen la mayor fecundidad de los hispanos. Es preocupante que así se consiga más prestigio, impacto académico y financiación que haciendo investigación de verdad. Es preocupante, en fin, que en el siglo XIX haya «élites» dispuestas a aceptar los miedos demográficos que genera la proliferación de «los otros», o gobernantes y asesores que siguen pensando en las poblaciones como objetos a gestionar según sus propias fobias, miedos o prejuicios. La era colonial acabó tras dos guerras mundiales, y ya va siendo hora de que la demografía deje de ser un espantajo para asustar políticos y se consolide como una herramienta para hacer políticas a favor de las personas, sean laicas o religiosas, rubias o morenas.

Información adicional

Eric P. Kaufmann es Professor of Politics en el Birkbeck College, University of London.

Otros títulos de trabajos suyos son

  • Shall the Religious Inherit the Earth: Demography and Politics in the Twenty-First Century (2010)
  • The Rise and Fall of Anglo-America (2004)
    • Ha escrito artículos en esta línea para Newsweek InternationalForeign Policy, y Prospect.

Otro autor en la misma línea ideológica:

5 comentarios en “La derrota demográfica del laicismo”

  1. Interesante el artículo, aunque cuando leo esto:
    Confunde fecundidad y reproducción, ignorando en sus análisis que el crecimiento en buena parte del mundo menos rico se debe más al descenso de la mortalidad que a la elevada fecundidad (que está bajando rapidísimamente incluso en el mundo islámico).

    Eso es obvio, en un pais que no sea rico, pero cuando un pais es medianamente rico, por supuesto que fecundidad y reproducción indican lo mismo. En los últimos 30 años, no se observan grandes cambios en la mortalidad en Europa.

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    1. Hola Enrique. Veo que te gusta la demografía y eso me hace feliz (incluso espero haber contribuído en algo a esa afición).
      Pero no, fecundidad y reproducción no indican lo mismo. Nunca, jamás, en absoluto. Dan igual todas las modulaciones y distinciones empíricas que se añadan. No es cuestión de sentido común, de opiniones, de que reflexionemos sobre el significado de las cosas. Es una cuestión de manual de análisis y de definición de los conceptos y los indicadores. Es fácil comprobarlo (te recomiendo los manuales de Livi Bacci, de Tapinos o de Pressat, relativamente habituales en España)
      Insisto; Kaufmann confunde fecundidad y reproducción, y ese es un error gravísimo en el que incurren muchos de los supuestos «especialistas» en asuntos poblacionales (que después resultan incapaces de reproducir el proceso por el que se calcula la fecundidad, o de decirnos de dónde se obtienen los datos para calcularla). Es un error muy común, y quizá por eso parece que con el propio lenguaje común es suficiente para entender este asunto. No lo es.

      Independientemente de ello, en los últimos 30 años sí se observan cambios de gran magnitud en la mortalidad de Europa. De hecho son cambios espectaculares que nadie esperaba. Lo que ocurre es que nadie los relaciona con la reproducción porque se sigue incurriendo en el error analítico de identificarla con la fecundidad. Y quizá se ningunea la magnitud de esos cambios también porque ahora sus protagonistas son los mayores, y eso a algunos hasta les parece mal. Pero pasar directamente a negarlos me parece la mejor expresión de que aquí hay algo que no se está explicando bien a la gente que, como tú, tiene interés por saber de estos temas.

      Un saludo y gracias una vez más por comentar.

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  2. Los memes (ideas) no sólo se expanden a través de los genes; de hecho, otros vehículos (medios de comunicación, grupos de presión,…. ) suelen ser mas eficaces.

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