Impuesto a los solteros


Las alarmas demográficas empiezan a inundarnos, como ocurrió en toda Europa hace más de un siglo. Volvemos al pasado. Nuestros mass-media insisten en los mismos falsos diagnósticos, ya automáticos e incuestinados (el invierno demográfico, la insostenibilidad de las pensiones, la crisis de la familia, el fracaso reproductivo, la fecundidad de reemplazo incumplida, la decadencia…) y el conservadurismo patriotero recupera las recetas clásicas de apoyo a la natalidad y a la familia tradicional. Sólo falta volver a descubrir el impuesto de soltería.

Sus virtudes ya fueron expuestas de manera diáfana en las primeras décadas del siglo XX; como muestra, reproduzco a continuación una estupenda síntesis periodística de la decisión del fascismo italiano de imponer dicho impuesto, en 1926 (le debo este recorte de prensa a mi amiga Ángeles Tortosa, de la UV; gracias Ángeles, sigue compartiendo joyas de estas!)

Mussolini Imposes Tax on Bachelors nota publicada en The evening Independent (10/12/1926)

Una solterona puede estar sola porque no puede evitarlo, pero un solterón no tiene esa excusa y el consejo de ministros italiano ha decidido que su elección de vida en solitario debe ser gravada con impuestos.

Solteras y solteros ocuparon la atención del Premier Mussolini y sus ministros. Tras debatir la cuestión, se decidió que si algunos hombres van a permanecer solteros es su deber ayudar a las madres y los niños necesitados. Fue el juicio de los ministros que las solteras son más dignas de lástima que de recaudación, por lo que el impuesto no se extendió a todos los que viven en soledad.

Se estima que el nuevo impuesto de soltería agregará $ 2.017.000 anuales a los fondos disponibles para trabajar en bienestar social.

(Traducción propia del siguiente texto:)

A spinster may be single because she cannot help it, but a bachelor has no such excuse and must be taxed for his choice of single life, the Italia cabinet has decided.

Both spinsters and bachelors occupied the attention of Premier Mussolini and his ministers. After discussion of the question it was decided that if some men will be bachelors it is their duty to help support destitute mothers and children. It was the judgement of the ministers that spinsters are more to be pitied than taxed an so the tax was not extended to all those living in solitude.

The new bachelor tax will add $2.017.000 a year to the funds available for welfare work, ti is estimated.

Ya dediqué aquí, en Mussolini y la demografía, una entrada sobre la particular querencia del Duce por las políticas de fomento de la natalidad. Pero si alguien cree que esto sólo podía ocurrir en un régimen fascista, bastará que introduzca «tax on bachelors» en cualquier buscador. Encontrará cosas como éstas:

De hecho este impuesto se implantó de manera muy extendida por todo el mundo. En EEUU fue uno de los que provocaron los primeros movimientos de «resistencia anti-impuestos», que a menudo tuvieron éxito, como ocurrió en el Estado de Montana donde la resistencia de un único objetor desembocó en una sentencia que le era favorable y declaraba inconstitucional el impuesto de soltería.

Así que el actual natalismo familista podría sentir la tentación de recuperar esta fórmula. No tuvo nunca ningún éxito real en modificar las pautas de nupcialidad o de fecundidad en prácticamente ninguna parte, ni tampoco se tradujo en un incremento sensible de las prestaciones de los sistemas de bienestar social gracias a los impuestos cobrados. Por ese lado resultará difícil encontrar una justificación para recuperar tales propuestas (aunque las políticas demográficas nunca han necesitado mucho más que la pura ideología para imponer sus recetas).

Pero es que, además, no desapareció, ¡sigue vigente! Búsquese en la legislación fiscal de prácticamente todos los países del mundo y se encontrará que el sujeto «modelo» de máxima tributación por ingresos es el trabajador soltero sin hijos. Después la legislación de muchísimos países establece formas y cuantías sumamente diversas para desgravar y reducir impuestos a quienes se casan y/o procrean. En algún momento los estados modernos pasaron de la ayuda económica directa a la natalidad, muy costosa y de difícil gestión, a políticas de «beneficios fiscales», como ocurrió en buena parte de Europa, incluso en los países más decididamente natalistas (Francia es el mejor ejemplo)  tras la crisis de finales de los setenta y primeros años ochenta.

Así que, antes de que los actuales natalistas vuelvan a descubrir la sopa de ajo también en el tema de la nefasta soltería actual, convendría recordarles que la penalización a los solteros sigue incrustada en nuestros sistemas fiscales, pese a que nunca tuvo ningún resultado «positivo» en términos demográficos.

Quiero creer, olvidando sospechas y reticencias, que el motivo de esta permanencia es ayudar a quienes tienen hijos, no castigar y perjudicar a los que no los tienen (que esta discriminación fiscal no produce una mayor fecundidad es harto evidente en países como España).  Y me gustaría que así lo pensasen también los actuales y futuros legisladores, no vaya a ser que los natalistas contemporáneos estén consiguiendo su objetivo real, el mismo que llevó a los impuestos a la soltería: remoralizarnos, fomentar la familia auténtica, castigar la degeneración y la perdición social que resulta de nuestro individualismo, egoísmo, sensualismo hedonista, devolver a la mujer a su lugar natural, penalizar a los sexualmente desviados, y demás objetivos incluidos en la agenda no explícita de algunos entre quienes nos gobiernan.

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