
El 8 de septiembre de 1906 el Zoo del Bronx (New York) estrenó nuevo especímen, en una jaula de la Casa de los Monos. Se llamaba Ota Benga y era miembro de la etnia Batwa de pigmeos, del entonces Congo Belga. Tenía 22 años.
Hoy cuesta entender que alguien rechace el evolucionismo. Pero tras su fachada de modernidad, eficiencia y liberalismo, la ciencia ha sido también aliada de la opresión. Con el darwinismo justificaron el dominio militar o colonial la mayoría de los pensadores, filántropos, intelectuales o políticos «avanzados» de finales del siglo XIX y primera mitad del XX, incluida buena parte de los demógrafos más famosos.
Había mucho que justificar. A finales del siglo XIX los europeos o sus descendientes ya habían conquistado, dominado y en buena parte masacrado el resto del planeta, en un proceso que se aceleró enormemente en el tramo final, justo antes de empezar el siglo XX. Junto a «emprendedores» comerciantes, soldados, misioneros y evangelizadores, creció una nueva estirpe de científicos de lo humano, dispuestos a medir cráneos, anotar costumbres, dibujar ángulos faciales o analizar estructuras familiares, mortalidades y fecundidades. En esos pueblos atrasados, menos evolucionados, estaba el eslabón perdido del hombre superior blanco europeo, pero también la amenaza de su degeneración, su retroceso o su simple invasión, dada la mayor «vitalidad» y fecundidad de estas razas «inferiores».
Ota Benga había llegado a EEUU en 1904, junto a otros pigmeos «importados» por Samuel Phillips Verner, misionero y explorador, para exhibirlos en la Feria Internacional de St. Louis. En aquellos primeros foros del comercio y el progreso mundial, se mostraban frecuentemente muestras de pueblos primitivos. Cuando la feria acabó, Ota Benga ya no tenía con quién volver; toda su etnia había sido exterminada para entonces.
Acabó en el Zoo del Bronx, convertido en una atracción. Se estima que unas 40.000 personas acudían diariamente a verle. Pero también se empezaron a oir las protestas de algunos afroamericanos, protestas que se articularon finalmente en un grupo de pastores que se hizo oir en los medios de comunicación .
Artículo del The New York Times on Sept. 10, 1906:
«The person responsible for this exhibition degrades himself as much as he does the African,» said Rev. Dr. R. MacArthur of Calvary Baptist Church. «Instead of making a beast of this little fellow, he should be put in school for the development of such powers as God gave to him. It is too bad that there is not some society like the Society for the Prevention of Cruelty to Children. We send our missionaries to Africa to Christianize the people, and then we bring one here to brutalize him.»
El Zoo del Bronx acusó las críticas, dejó de exibirle, y lo puso a disposición del grupo de pastores, que lo trasladó al Howard Colored Orphan Asylum, en Brooklyn, para ser reubicado poco tiempo después en Lynchburg Va., acogido por varias familias. Allí vivió hasta 1916, cuando tomó un arma de sus huéspedes y se suicidó.
Links relacionados
- otabenga.com, Sitio oficial
- From the Belgian Congo to the Bronx Zoo, relato radiofónico de la historia de Ota en NPR.org
- Entrada en Wikipedia
- Human being zoos en Photo Events