Tenemos nombres y apellidos, pero nos llaman demografía


Viñeta de El Roto (El País de 9/abril/2013) que refleja magníficamente la dualidad en la que se mueve nuestra disciplina. Por una parte el arcaísmo del simple conteo de estocs, propio de los sistemas contables con que los Estados modernos se han dotado desde su creación, y por otra, el desarrollo posterior de una demografía de los ciclos de vida y las dinámicas generacionales. El primero pervive en la mente de la mayor parte de nuestros políticos y gobernantes.

Les resulta útil pensar que un país dispone de unos «haberes» recogidos en los sistemas estadísticos nacionales, como las viviendas, las fábricas, las cabezas de ganado o los habitantes. De ahí a concluir que el número o la dinámica poblacional no son los convenientes y hay que modificarlos «por el bien de la nación» sólo hay un paso, y ese paso se ha dado constantemente durante el siglo XX, con resultados tan aberrantes como el genocidio nazi o la negación de ciudadanía y derechos a personas por su piel o procedencia (no todo es pasado; piénsese en las actuales políticas migratorias de la UE). A eso se le ha llamado «políticas de población«. Consagran una mentalidad política en la que las personas son supeditadas a los «intereses del Estado», en vez de que sea el Estado el que esté al servicio de las personas.

Existe un desarrollo posterior de la demografía, que busca la explicación de las dinámicas poblacionales en las vidas previas de las personas, en sus condiciones de partida, sus relaciones, su trabajo, su familia, sus estudios. Esa nueva demografía se ha desarrollado mucho durante la segunda mitad del siglo XX, en creciente interacción con otras ciencias sociales y cada vez mejor equipada por la disposición de microdatos y de herramientas informáticas con que manejarlos. Ahí las personas vuelven a ser personas, aunque el secreto estadístico y la obligada anonimización de los datos impidan ponerles nombre y apellidos. La demografía se convierte así en el estudio de la vida, no en el recuento de estocs. Ése es el enfoque que me hizo un converso a esta disciplina y el que intento extender mediante este blog. Por desgracia España sólo cuenta con un número contadísimo de esos nuevos especialistas, casi todos formados fuera del país. Nuestro país no forma demógrafos en ninguna de sus universidades, no existe ninguna carrera dedicada, y sólo aparece en algún meritorio programa de doctorado o en asignaturas sueltas de otras carreras. Así las cosas, no debería extrañarnos que para la mayor parte de nuestros ciudadanos los demógrafos sigamos siendo esos «que cuentan personas». Gracias a El Roto por poner el dedo en la llaga.

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Un comentario en “Tenemos nombres y apellidos, pero nos llaman demografía”

  1. Hola Julio, suscribo totalmente tus palabras … y la imagen creativa de El Roto como todas las suyas. He hecho una ampliación y la tengo enmarcada en un sitio destacado del rincón preferido de mi estudio de jubilado activo. Voy a difundir to nota y la imagen de El Roto entre mis alumnos de la Maestría de la UOC: Derechos Humanos, Democracia y Globalización.

    Felicitacones por tu excelente blog que permite ilustrarnos a los aficionados dde la demografía.

    Abrazos, Tomás

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