Síntesis elaborada por Andrés Poves Luelmo

Gary Becker nació en Pottsville, Pennsylvania, en 1930. Titulado en Ciencias Económicas por la Universidad de Princeton en 1951, obtuvo su doctorado en la Universidad de Chicago en 1955 con su Tesis sobre la economía de la discriminación racial. En 1957 se traslada a la Universidad de Columbia dónde será profesor titular durante la década de los sesenta. Los incidentes estudiantiles de Mayo del 68 en el Campus de Columbia hacen que decida volver a la Universidad de Chicago, en la que sigue ejerciendo hasta la fecha su cargo de profesor de Economía y Sociología.
Entre los numerosos reconocimientos a su trabajo destacan el Premio Nobel de Economía en 1992 por sus avances en microeconomía y la Medalla Presidencial de la Libertad por toda su carrera. Becker es políticamente conservador, su pensamiento queda reflejado en la columna mensual que escribió durante casi veinte años en el Business Week y en el blog que escribe junto al también conservador Juez Richard Posner, The Becker-Posner Blog.
Como economista, se adscribe a la corriente de la Escuela de Chicago, de corte profundamente economicista y liberal. Su obra se distingue por aproximarse a terrenos a los que la economía nunca había prestado atención y por el desarrollo de la Teoría del Capital Humano.
En 1981 Gary Becker publica su obra “Tratado sobre la familia”, en la que reflexiona acerca la institución familiar y de las relaciones dentro de la misma. La originalidad e importancia de su propuesta reside en la aplicación de modelos económicos al estudio de las relaciones familiares, que siempre habían sido abordadas por otras disciplinas como la psicología, la historia o la sociología. Otros economistas habían tratado el asunto de forma superficial pero es Becker el primero en estudiar de forma sistemática a la familia como unidad productiva y económica en lo que se conoce como la Teoría de la Nueva Economía Familiar.
La idea principal de su teoría es que los individuos toman sus decisiones familiares de acuerdo a una racionalidad utilitaria, esto es, actúan después de un cálculo racional de costo-beneficio de cuyo saldo (positivo o negativo) dependerá tomar o no una decisión. En esto lógica, se asume que los individuos toman decisiones para mejorar su situación actual, es decir, para maximizar su beneficio. Por ejemplo, en la teoría beckeriana, casarse o divorciarse resulta de decisiones racionales sujetas a la creencia de que el cambio en el estado civil reportará mayor bienestar. Para Becker, este bienestar dependerá mas de factores económicos que de preferencias o sentimientos.
La misma lógica opera en su estudio de la fecundidad. Cuando un matrimonio decide tener un hijo/a, realiza un cálculo de lo que le va a costar (tiempo, dinero, esfuerzo…) y lo que le va a reportar (seguridad, cuidado, felicidad…). Este cálculo será el mecanismo de toma de decisión que llevará a la pareja a decidir tener o no tener descendencia. Becker explica el progresivo descenso de la fecundidad como producto del aumento del coste de oportunidad que supone para las madres tener un hijo/a y la preferencia por la calidad sobre la cantidad en la reproducción.
La entrada de la mujer en el mercado laboral hace que el coste económico de tener un hijo/a sea mucho mayor. Ya no sólo cuenta la inversión en el hijo, sino el capital que la mujer deja de ganar durante el tiempo que se dedique a cuidar al niño/a, por no hablar de la pérdida de posibilidades de ascensión laboral derivadas de la baja por maternidad. Al poder trabajar, el tiempo de la mujer se vuelve mucho más valioso en términos económicos. El coste de oportunidad de tener un hijo/a será mayor cuanto más haya invertido la madre en su propio capital humano (tiempo y dinero en formación y educación).

Por otro lado, la decisión de tener hijos dependerá del coste relativo para las familias, es decir, el coste que suponga sobre la renta total de las familias. En estos términos, lo normal hubiera sido que con el desarrollo e industrialización de las sociedades occidentales, las tasas de fecundidad aumentarán, pues tener un hijo ahora supone menos coste relativo. El fenómeno ha sido el contrario; cuanto más desarrollo y mayores rentas por familia, menores tasas de fecundidad. Becker lo explica recurriendo a su teoría del capital humano: Las familias prefieren tener menos hijos de más calidad que más hijos de menos calidad. Esto es, tener un número limitado de hijos pero invertir en su capital humano (formación educación), muchos más recursos. Este fenómeno se acentúa en las familias de clase alta, que pese a poder permitirse económicamente más descendencia, presentan menores tasas de fecundidad que las clases bajas.
Para Becker, la reproducción es casi una operación económica; que se puede ver cómo una inversión, un cálculo que los padres realizan esperando maximizar su bienestar cuando sus descendientes entren en el mercado laboral. Estudia la demanda de los hijos como si fueran bienes de consumo de inversión, y a la familia como un agente económico cuyas decisiones reproductivas se ven subordinadas a su función de producción y consumo.
- Gary_Becker en Wikipedia
- Becker, G.S. (1992), «The economic way of looking at life«. Nobel Lecture, December 9 (1992)
- Anzorena, C. (2009), El ¿retorno? del Tratado sobre la Familia de Gary Becker. Algunas reflexiones en torno a los criterios de eficiencia que legitiman los planes compensatorios de fines de la década de 1990«. Kairos: Revista de temas sociales (24): 1.
- Gutiérrez, R.B. (2011), El Vacio Institucional En El Modelo De Eleccion Racional«. Revista de Economía Institucional 13 (25).
- Llovet, J.J. (1989), Relación entre fecundidad e ingresos: revisión de algunas interpretaciones, Estudios Demográficos y Urbanos Vol. 4, No. 1 (10)
Fuentes:
http://en.wikipedia.org/wiki/Gary_Becker
http://www.revistakairos.org/k24-archivos/anzorena.pdf
file:///C:/Users/05303852y/Downloads/Dialnet-ElVacioInstitucionalEnElModeloDeEleccionRacionalAp-3812951.pdf
Como suele suceder con los análisis corrientes que se hacen sobre esta hipótesis de Becker, es que se pasan muy de largo el supuesto fundamental sobre la que se sostiene. Becker está suponiendo que la mentada familia es una misma familia y está compuesta por highlanders que viven al menos tres siglos en condiciones de seres humanos fértiles. Es el único e ineludible requisito lógico que vuelve coherente su hipótesis. Sin lo que en la jerga de los economistas neoclásicos se llama «consistencia intertemporal» tal comportamiento por hijos con crianza de mejor calidad sería imposible. Se puede comparar iguales, no diferentes. Todo esto sería una enorme perogrullada que ni siquiera sería de comentar frente a los estúpida y poco lúcida aproximación de este monetatrista premio Nobel de Economía, sino fuera porque se la sigue repitiendo sin ea consideración fundamental.
A tal punto que un colega de él -recientemente fallecido- Richard Easterlin allá por principios de los ’60 cuando Becker sacó su primer paper sobre el tema, lo intentó refutar con mercados familiares de corto plazo, pero quedaba sin explicar porque las familias tenían hace dos siglos muchos hijos y ahora -si es posible ninguno.
Es curioso pero los economistas clásicos, revividos de una décadas a esta parte por Piero Sraffa y Arghiri Emmanuel, que pusieron gran acento en la cuestión demográfica -los neoclásicos y resto desde hace décadas se contenta con hacer más o menos constante -aunque a tasa declinante, el crecimiento de la población- no son tenidos en cuenta en las teorías de la fecundidad, las que por lo general escriben en la infundada -pero mayoritaria- prosa neoclásica sin saberlo.
Y la verdad por el concepto clásico de salario y la idea clásica de los precios como centro de gravedad habría que comenzar a tejer una teoría de la fecundidad que diga algo más interesante que todas esas aporías neoclásicas que normalmente se enseñan en los claustros universitarios en las materias respectivas.
Por último, pero no en importancia, cuesta creer cómo fue que se pasó de largo -y se sigue pasando- semejante boutade de los highlanders de Becker. El monetarismo de Chicago es un muy peligroso viaje de ida en todo sentido.
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