Tomás Jiménez Araya
Profesor consultor del Master de Derechos Humanos y Democracia-UOC
Universitat Oberta de Catalunya
A la sorpresa inicial con que han sido acogidas desde el mundo occidental desarrollado las sucesivas insurrecciones sociales en algunos países árabes, hay que añadir la inusitada presencia de unas protagonistas también inesperadas. Las imágenes que hemos podido visualizar en tiempo real de calles y plazas de las principales ciudades donde se están produciendo las manifestaciones populares ofrecen la oportunidad de comprobar la participación beligerante de numerosas mujeres. Además, los testimonios directos de muchas de ellas han permitido confirmar que proceden de un amplio espectro social y una variada gama de edades, indumentaria y creencias religiosas. Pasada la primera ola insurreccional, es quizás el momento de empezar a abordar con más perspectiva el proceso de cambio abierto en el mundo árabe, para conocer mejor los orígenes, identificar con mayor precisión a los protagonistas e interpretar el alcance de forma más ponderada.
La percepción del carácter insólito de este protagonismo femenino aparentemente sobrevenido es en realidad fruto del desconocimiento y de una visión prejuiciada de los cambios sociales, incluidos los cambios mentales, que han venido gestándose en estos países durante las últimas décadas. Aquí se ha pasado demasiado tiempo debatiendo sobre la casuística del uso del velo en nuestras comunidades y apenas se ha reparado en las nuevas condiciones que se estaban creando para el vuelo, es decir para la autonomía, de las mujeres árabes en sus propios países.
El primero y más fundamental de los cambios que han tenido lugar en la condición de las mujeres árabes es la revolución reproductiva. Aunque el mapa demográfico del mundo árabe sigue siendo heterogéneo, en cuanto al tamaño y estructura de sus poblaciones, en la gran mayoría de países del Norte de África y Oriente Medio, se ha producido un marcado descenso de la fecundidad (número de hijos por mujer). A lo largo de las tres, cuatro últimas décadas, con ritmos e intensidades diversas, desde Marruecos a Siria, la fecundidad se ha reducido a menos de la mitad, desde niveles promedio superiores a seis hijos en los años setenta del pasado siglo a niveles próximos a dos hijos por mujer en la actualidad. Literalmente, decenas de millones de mujeres han podido decidir sobre el número de hijos deseados ejerciendo así sus derechos reproductivos y accediendo a una libertad clave de la que emanan otros derechos y libertades.
El camino recorrido no ha sido fácil, y las mujeres han tenido que superar obstáculos de todo tipo, en sus entornos familiares y culturales, ni todas ellas han avanzado por igual en la salud y la educación, y en la adopción de valores que han impulsado este cambio, contraviniendo a menudo la arcaica visión pronatalista de sus líderes políticos y religiosos. En suma, esta revolución reproductiva ha liberado a muchas mujeres árabes, y por ende a sus familias y comunidades, de la “tiranía demográfica” ejercida por el alto crecimiento de la población, que ha bloqueado tradicionalmente el desarrollo de gran parte de sus países.
Los principales beneficiarios de estos cambios profundos han sido las generaciones jóvenes, con mejor atención familiar y mayor nivel de instrucción, en creciente contacto con el espacio público y el mundo exterior a través de los medios de comunicación, las redes sociales y los flujos migratorios (de ellos mismos o de sus familiares y pares). No es pues de extrañar que se hayan convertido en el motor de la insurrección y las demandas de reformas que atraviesan el mundo árabe.
La revolución reproductiva, facilitada por el acceso a mejores niveles de salud y educación y los cambios en las mentalidades generados por la asunción de nuevos valores sobre el papel de la mujer, dentro y fuera de la familia, constituyen una de las dos alas necesarias para el vuelo emancipatorio de las mujeres árabes. El otro ala, todavía en fase incipiente y minoritaria, es el acceso en igualdad de condiciones y oportunidades a una ciudadanía plena en términos económicos, políticos y sociales. La serie de informes sobre Desarrollo Humano en el Mundo Árabe, difundidos en la pasada década a pesar de los denodados esfuerzos de censura y persecución de los autores por parte de los gobiernos autocráticos de turno en muchos países árabes, resultan ahora premonitorios y constituyen una obligada referencia para la confección de la hoja de ruta de las reformas pendientes ( www.arab-hdr.org ).
Desde esta perspectiva, la creación de condiciones para el acceso a la autonomía de las mujeres árabes es una oportunidad histórica. Nunca antes había habido en la región un movimiento reformador desde la sociedad civil ni tan profundo ni tan extenso. Por su gran poder de irradiación, la necesidad de protagonismo de las mujeres se convierte así en el pivote del cambio y en el auténtico test del alcance de las reformas democráticas de las sociedades árabes. Nadie espere resultados inmediatos. Los obstáculos a superar son poderosos y tienen profundas raíces sociales y patriarcales. Los avances son todavía limitados y desiguales, pero el anhelo inicial en favor de la dignidad y el respeto a los derechos humanos universales parecen genuinos e irreversibles.
Tomás Jiménez Araya