Poblacionismo


Las políticas demográficas no aparecieron hasta el siglo XIX porque la propia demografía no empezó a existir hasta entonces. Pero ello no significa que no hubiese “doctrinas sobre población” muchísimo antes, especialmente en el pensamiento económico que acompañó el surgimiento de los estados absolutos, tras la Edad Media. Durante los siglos XVII y XVIII proliferaron las teorías sobre la mejor gestión de la economía estatal, especialmente en la corriente que hoy conocemos como «mercantilismo», que veía en la población un factor importante para el poder económico de cualquier reino. Las teorías mercantilistas sobre ese papel de la población y sobre la manera de modelarlo se conocen como «poblacionismo».

El poblacionismo no puede considerarse todavía política demográfica en sentido estricto, como tantas otras «doctrinas» anteriores al siglo XX, porque carece de las fuentes de datos y los métodos demográficos necesarios. Ni siquiera Malthus o Adam Smith fueron demógrafos, por mucho que incluyeran el volumen poblacional en sus consideraciones sobre el crecimiento económico. El poblacionismo debe contemplarse como un antecedente arcaico y de escasa fundamentación empírica, aunque todavía hoy se mantengan tesis políticas similares, especialmente entre los  natalismos.

El surgimiento de las monarquías absolutas fue acompañado de aparatos estatales mayores, más costosos y complejos, que los medievales. El pensamiento económico cambió en consecuencia, en ámbitos tan diversos como el papel del préstamo y los intereses, los aranceles e impuestos, la regulación estatal del comercio y la economía, el apoyo a los productores y comerciantes frente a los extranjeros. El mercantilismo suele ser

  • «metalista» (es más rico el estado que más oro o plata acumula),
  • persigue una balanza comercial positiva con el extranjero,
  • impulsa el crecimiento de la producción y el comercio propios, y
  • atribuye al Estado un papel principal  para conseguirlo.
  • Y es poblacionista como un componente más de ese conjunto de principios.

Si considera que el aumento de la población es necesario y fundamental para que crezca la economía de un país. no lo hace concibiendo el propio país como el conjunto de sus pobladores, como ocurriría más tarde con el Estado nacional moderno. Todavía no hay identificación entre país, estado, nación y población. Por el contrario el poblacionismo mercantilista refleja el papel que la nobleza y las élites económicas atribuyen a la población: siervos, súbditos, lacayos, es decir, instrumento de las políticas, no su beneficiario.

Si la población debía acrecentarse era porque así aumentaría la mano de obra y, consecuentemente, disminuiría su precio. El bajo coste del trabajo requería que los trabajadores, además de abundantes, fuesen pobres. Abundancia y pobreza de la población proporcionarían  ventaja respecto a otros reinos.

El poblacionsimo mercantilista generalmente parte del supuesto de que la población es holgazana por naturaleza. Si debe recibir el mínimo de subsistencia por su trabajo es también para que su laboriosidad no decaiga. Pero también se debe procurar que no haya desocupados. De nada sirve el crecimiento de la población si la parte que no trabaja aumenta, y esta mentalidad es muy visible en la Inglaterra que aprueba las Leyes de Pobres, que persigue a los vagabundos y dicta la obligación legal de trabajar, pero también en Francia, donde Colbert obliga a trabajar en las manufacturas reales a niños de seis años (esta preocupación será todavía visible en Malthus, cuya obra es un alegato directo contra el optimismo de la ilustración francesa y contra la multiplicación de los pobres si reciben ayuda más allá de lo que puedan ganar con su trabajo).

El mercantilismo suele ilustrarse en sus grandes figuras inglesas (William Petty) o francesas (Juan Bautista Colbert), generalmente relacionadas con el aparato de gobierno. Pero su componente poblacionista no se entendería sin enfatizar un aspecto esencial de las grandes monarquías absolutas: sus colonias. Especialmente las colonias americanas son un marco necesario para entender buena parte las tesis poblacionistas, y en ello el papel de la corona española es principal, aunque la historiografía posterior, especialmente la anglosajona, lo haya tenido en poca consideración.

La colonización americana fue un asunto poblacional para la monarquía española desde los propios Reyes Católicos, y los grandes cortesanos y hombres de estado teorizaron abundantemente sobre las ventajas e inconvenientes de la emigración de ultramar, la manera de mantener trabajando y produciendo a los pobladores indígenas, el estatus legal de los mestizos, la desertización de algunas regiones castellanas, la regulación del comercio con otros países europeos o el uso de los metales preciosos extraídos… Añádanse el fortísimo impacto demográfico de medidas como la expulsión de los judíos y musulmanes en los inicios del siglo XVI o, más tarde, la de los moriscos por parte de Felipe III al empezar el siglo XVII.

El mercantilismo entró en declive a partir del siglo XVIII, frente a propuestas como las fisiócratas o las liberales. Sin embargo el componente poblacionista ha subsistido de forma independiente hasta nuestros días. Un economista fundamental durante el siglo XX,  J.M. Keynes, es conocido por recuperar algunas componentes del mercantilismo, como la importancia de la cantidad de dinero en circulación, la balanza comercial y los tipos de interés, y también el poblacionismo:

De hecho el principal debate demográfico del siglo XX ha sido descrito como una disputa entre las tesis maltusianas y las poblacionistas:

Puede encontrar una visión general de las distintas doctrinas de población en


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2 comentarios en “Poblacionismo”

  1. Buenos días:
    Interesante entrada. Para meditar y mantener la vista atenta a la caza de actuales apariciones del fenómeno. Por lo que significan y por lo extremadamente abundantes que son a izquierda y derecha del camino. O así.
    Saludos.

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  2. Estupenda entrada sobre nuestros antecedentes históricos más recientes y las secuelas de sus efectos. Sin ir más lejos, he recordado la obra de Alejo Carpentier sobre Haití «El reino de este mundo» que ilustra el universo de las colonias, en este caso la francesa, los esclavos y las tremendas consecuencias que perduran en el tiempo.
    Por cierto, el teclado ha actuado por su cuenta en la palabra «holgazana» y veo que no lo has advertido. Un saludo veraniego.

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