Por qué las pensiones privadas NO


Foto tomada de ElConfidencial 3/7/2017

Hace ya un cuarto de siglo, ¡cómo pasa el tiempo!, la idea de que la demografía hacía insostenibles las pensiones de reparto llevó a promover los planes privados como complemento, cuya contratación y aportaciones se incentivaron por el procedimiento de que desgravasen en la declaración de la renta. No ha funcionado, y el gobierno acaba de darnos la explicación sin saberlo.

2017 y las pensiones públicas y privadas en España

La manera de mantener el sistema público de pensiones en España ha sido un tema importante durante 2017, al menos por tres motivos: por una parte tocaba reunir nuevamente la comisión de seguimiento de los Pactos de Toledo, que ha convocado  una notable relación de expertos comparecientes cuyas aportaciones han sido seguidas profusamente por la prensa; además, y tras agotar el Fondo de Reserva, el gobierno ha decidido «prestar» a la Seguridad Social mediante la emisión de deuda pública, es decir, endeudarla en vez de financiarla por la vía fiscal (lo más corriente en la UE, y además la vía recomendada por la AIReF, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal, en la Comisión de los Pactos de Toledo); por último, y no menos importante, en medio de este clima los agoreros de la crisis demográfica han tenido megafonía mediática para intensificar su discurso (más que secular, eterno) sobre el déficit de nacimientos y su supuesto papel de «causa» de la también supuesta insostenibilidad de las pensiones públicas y de todos los males de nuestro mundo.

Justo empezado 2018 el Partido Socialista acaba de hacer pública una propuesta doble de impuestos, a las transacciones financieras y a la banca, para ayudar a mantener el sistema de pensiones. Pese a tratarse de una propuesta muy moderada, destinada a atenuar más que a resolver la falta de financiación de las pensiones, no prosperará porque el gobierno la ha rechazado inmediatamente. Pero, por tratarse del siempre polémico papel de la banca y la inversión privada en el diseño del sistema de pensiones, me ha hecho recordar que poco antes de acabar 2017 pasó sin apenas debate el anuncio del Ministerio de Economía de que estaba preparando un decreto directamente relacionado, pero en una dirección radicalmente opuesta:

En resumen, lejos de considerar la posibilidad de grabar transacciones o beneficios a la banca, la apuesta gubernamental es ayudar a la banca salvándola de su propia voracidad, reduciendo los beneficios con que las entidades financieras contratan y gestionan los planes privados de pensiones, para de esa manera acrecentar la proporción de aseguramiento privado en el conjunto de los planes de jubilación de la ciudadanía. Y ello porque un año tras otro se comprueba que las pensiones individuales privadas son un producto financiero con escasa implantación porque las únicos que obtienen  beneficios son sus gestores, en buena parte por las comisiones que cobran por dicha gestión (si hubiese que ser mal pensado, podría sospecharse que esa fue siempre la motivación para fomentar tales productos).

Bueno, algo es algo. La última reforma de las pensiones públicas, de 2013, garantizó que los pensionistas van a perder poder adquisitivo a velocidades vertiginosas y durante décadas, para que el Estado no tenga que cumplir sus compromisos. Pero por lo menos parece enfriarse la fiebre demoledora de sistemas públicos, que tuvo su momento álgido en la privatización del sistema de pensiones de Chile, personalmente dirigida por Milton Friedman y sus boys de la Chicago School (revertida años después ante el desastre colectivo que supuso). También hemos podido comprobar que, con la última crisis, en EEUU amplias capas de trabajadores cercanos a la jubilación han visto esfumarse sus fondos privados. Ahora sólo hace falta que se nos deje de bombardear con los cuentos demográficos sobre la insostenibilidad, se reconozca que el sistema público es el más fiable, el de gestión más eficaz y menos costosa, y el único que garantiza un derecho básico como éste, siempre que los que nos gobiernan estén por la labor, claro, y no empeñados en socavarlo para ir acrecentando la gestión privada.

Otras pistas:

en ApdD

Un comentario en “Por qué las pensiones privadas NO”

  1. Echo de menos que no se recalque que el presunto problema de solvencia de nuestro sistema público de pensiones, visto desde un punto de vista estrictamente demográfico, no dejará de ser más que un problema puntual, que el tiempo resolverá de manera natural por el mismo procedimiento por el que, de aqui a 2050, va a ir creándolo.

    Quiero decir que la proporción de mayores de 65 años en relación a las edades activas alcanzará un máximo relativo alrededor de 2050 simplemente porque en ese momento estárán en esa parte de la pirámide todas las geenraciones especialmente numerosas del baby boom y alrededores. Pero que esas generaciones irán desapareciendo por efecto de la mortalidad y llegarán a la franja de mayores de 65 generaciones muy poco numerosas.

    Es decir, aunque la natalidad no repunte significativamente y suponiendo que no haya cambios relevantes en la mortalidad, los índices de dependencia se irán reduciendo ellos solitos. Y la pirámide irá haciendo honor a su nombre en mucha mayor medida que ahora mismo y años venideros.

    Quiero decir que es un problema de perspectiva temporal…aunque es lógico que a los que vamos a jubilarnos antes de 2050 no nos consuele mucho que, a partir aproximadamente de ese año, el problema, al menos desde la perspectiva demográfica (la laboral y la macroeconómica son igual de importantes o más) se irá arreglando él solito.

    ¿No es así?

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