Las pirámides de México y de España


Ya he creado algunos posts sobre el convenio de colaboración con compañeros de la UNAM, con el que exploramos vías futuras para el estudio conjunto del envejecimiento activo en México y España (la semana pasada realizamos un seminario internacional con ellos y con otro equipo, esta vez de Argentina, recientemente incorporado). Uno de los subproductos, muy básico, de este proyecto es un estudio comparativo  de los principales indicadores sociodemográficos en ambos países. Lo que comento hoy es probablemente la comparación más elemental para este tema, la de las pirámides de población.

No pretendo hacer un comentario profundo y documentado, sino una observación muy elemental sobre las diferencias entre pirámides y su relación con la historia de cada país. No sorprenderá a nadie que la población española tenga una proporción notablemente más alta de mayores que la de México. Tal como suele hablarse de este tema, México es un país «jóven» y España un país «envejecido»

Si tuviésemos que hacer caso a las alarmas que despierta el envejecimiento demográfico, México aparecería aquí como el país con la demografía más favorable de los dos. Pero por mucho que se empeñen todos los que nos quieren convencer de que los países más ricos y desarrollados tienen una demografía desastrosa (analistas financieros, reformadores de pensiones, neoliberales salvadores de todo con la simple fórmula de la privatización, fundamentalistas religiosos…), esa conclusión es errónea (Ver aquí ¿Es también una crisis demográfica?).

La estructura por sexo y edad de una población depende de su pasado, claro. Y la de México denota un pasado poco envidiable que sólo en las últimas décadas empieza a incorporar generaciones con mejores condiciones de partida. Por el contrario, esa pirámide evidencia un pasado de vidas precarias, de escasa duración, equilibrado con muchos nacimientos, a los que se prestó escasa atención y recursos. Es el círculo vicioso de todo nuestro pasado hasta que, muy recientemente el círculo se rompió porque se empezó a atender mejor a la vida humana, se consiguió que durase más, se hizo innecesario (además de muy costoso) tener tantos hijos como en el pasado.

La verdad es que las poblaciones son una simple abstracción. Lo real son las personas que las integran, y hace mucho que sabemos que si algo distingue al ser humano es su versatilidad y capacidad de adaptación. Españoles y mexicanos no son diferentes, como demuestran cuando son puestos respectivamente en el contexto en el que viven los otros. Lo que es diferente en uno u otro país son las condiciones en que se viene al mundo y en que transcurre después el resto de la vida. Y son esas condiciones lo que refleja la demografía, que no hace más que recoger, en cada generación actualmente presente, los resultados de su vida anterior. No cabe aquí un repaso amplio a indicadores de bienestar, educación o salud en uno u otro país. Bastará con un  botón de muestra  tan significativo como la mortalidad infantil.

Tasas de mortalidad infantil en México y España, 1901-2011

Hay que retroceder 35 años en la historia de España para encontrar las tasas de mortalidad infantil que todavía tiene México en la actualidad. La buena noticia es que, pese a las diferencias, México está en el camino adecuado, mejorando a buen ritmo. Y lo mismo podría decirse en otros muchos indicadores sociales porque, pese a todos los claroscuros, evoluciona con rapidez y mejora en aspectos que sólo hace escasas décadas parecían eternamente característicos de  países subdesarrollados.

Si lo que buscamos en la historia española es una pirámide de población con un peso de la vejez tan escaso como el actual en México, todavía tendríamos que retroceder mucho más, nada menos que sesenta años (aún serían más años si la guerra civil y la posguerra no hubiesen hecho caer dramáticamente la natalidad en la España de los años cuarenta y cincuenta).

México está desarrollándose a pasos vertiginosos, y eso empieza a tener efectos en el descenso de su fecundidad. La teoría de la revolución reproductiva explica por qué la mejora de la supervivencia permite una mayor eficiencia en los sistemas reproductivos que son las poblaciones. Si se cuida y dota mejor a los que nacen, la siguiente generación no necesita tener tantos hijos como en el pasado, el perfil humano mejora y se hace mucho más productivo, la mujer ve aligerada su atadura ancestral a la preponderancia de los roles reproductivos y se vuelve un activo laboral cada vez más importante. Esa revolución permite mayores volúmenes de población con fecundidades mucho menores, y por fin explica el actual cambio en las pirámides poblacionales. México está avanzando en esa modernización demográfica muy deprisa pero, en los posos que siempre va dejando la dinámica demográfica, las generaciones adultas o mayores no desaparecen de un plumazo. Y esas generaciones han tenido vidas, en todas las edades desde que nacieron, mucho peor dotadas, equipadas y respetadas que los españoles de su misma edad (lo mismo que le ocurre a los españoles españoles si los comparamos con muchos europeos). La distancia demográfica que separa hoy en día a nuestros dos países es de más de medio siglo. Esperemos que pueda eliminarse en muchos menos años. Por mucho que así lo pregonen los que temen y rechazan la modernización demográfica, la actual pirámide mexicana no es la más favorable de las dos, y el futuro aumento en la proporción de mayores no será ninguna tragedia para los mexicanos, todo lo contrario.

Fuentes de los datos representados en los gráficos:

Población por sexo y edad:

Tasas de mortalidad infantil:

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