La disputa Le Brass – Calot


¿Cuál es la mejor manera de medir la fecundidad, y qué implicaciones políticas puede tener?

(Debo a Daniel Devolder, gran experto en fecundidad, el conocimiento y la información que manejo en este post. Gracias Daniel)


Si existe un país donde una disputa técnica entre demógrafos puede convertirse en portada de todos los diarios nacionales, ese país es Francia. En 1990 Gérard Calot, director de l’I.N.E.D. (Institut Nationel d’Etudes Demographiques), publicaba un pequeño editorial en un boletin mensual de su institución, con el título Fecundidad de momento, fecundidad de las generaciones. Comparaciones franco-suecas. La réplica de Hervé Le Bras desató una tempestad demográfica en los medios de comunicación.

Los motivos no se entenderán si no se conoce algo sobre el pasado natalista francés y los motivos fundacionales del INED. Pero bastará saber que, desde sus orígenes, la demografía francesa surgió y se desarrolló en el sobreentendido de que su misión era fomentar una mayor natalidad. Era una cuestión de primer rango político nacional porque, de no conseguirlo,  la nación estaba supuestamente en peligro. El propio INED es una institución atípica: a pesar de su gran prestigio (es probablemente el principal centro de investigación demográfica del mundo), fue creado, tras la segunda guerra mundial, como parte del Estado, no como una institución académica o meramente estadística. Su principal finalidad fundacional, durante buena parte de su historia, no fue mejorar el conocimiento científico (ese era el medio, no el objetivo), sino asesorar directamente al presidente de la República sobre las políticas estatales más oportunas para mejorar la dinámica demográfica francesa. Eso, durante muchos años, fue sinónimo de hacer aumentar la natalidad y, en efecto, desde los años cuarenta Francia impulsó multitud de medidas natalistas, dedicando a ello partidas presupuestarias considerables, en perfecta sintonía con los análisis y los consejos de sus demógrafos oficiales.

El otro elemento clave de contexto es la significación de Suecia en los foros demográficos internacionales de aquellos años. Era el país que había batido récords mundiales por su bajísima fecundidad en los años setenta y ochenta. En general los países nórdicos constituían el paradigma de los países poco fecundos en aquellos años. Pese a ello, Suecia no fomentaba la natalidad desde el Estado, y se distinguía más bien por sus políticas de igualdad para la mujer, especialmente en lo que se refiere a su actividad laboral y a la igualdad de derechos en la pareja. De hecho la opinión común era que ambas cosas estaban directamente relacionadas, y que era precisamente el cambio de roles femeninos y el trabajo extradoméstico el que iba acompañado de una fecundidad muy baja.

Pero al iniciarse la década de los noventa, sorprendentemente, los respectivos papeles de estos dos países se estaban invirtiendo y, por primera vez en mucho tiempo, Suecia aumentaba ligeramente su fecundidad hasta volver a los dos hijos por mujer, mientras Francia seguía su descenso y se colocaba escasas décimas por debajo.

Ese es el contexto en el que Calot escribe su breve nota, sumamente aséptica, técnica. Explica que el Índice Sintético de Fecundidad (el Total Fertility Rate en inglés),  que todo el mundo usa cuando se habla del tema, no es el único ni el mejor modo de medir la fecundidad real. Es un indicador «transversal», calculado con los datos de un año particular y, por lo tanto, muy afectado por el adelanto o retraso del momento en que tienen los hijos las generaciones reales de mujeres (el llamado «calendario» del fenómeno). El indicador más real, por tanto, es la llamada «Descendencia Final» de las generaciones auténticas, no la fecundidad de las generaciones simuladas a partir de datos transversales. Y si se comparan las generaciones suecas y francesas en edades todavía fecundas durante ese año, Francia siempre está por encima de Suecia. Nada reprochable ni incorrecto. Todo lo que Calot afirma, calcula y argumenta en el artículo es cierto.

Pocos días después, otro miembro destacado del INED destapa la caja de los truenos al comentar lo escrito por su director. Con el título «On a raconté des craques pendant quinze anys» (Liberation, 5-6 May 1990)  Le Bras afirma que, en el pasado, el INED ha estado utilizando sistemáticamente un indicador que, como el propio Calot reconoce ahora, no es el más adecuado. Al infravalorar la fecundidad real, mantenía el tradicional miedo natalista a la despoblación, pese a que la población francesa seguía creciendo con gran rapidez. La falacia se revela ahora porque Calot no puede permitir que un país como Suecia, que no invierte grandes cantidades de dinero en demografía ni en fomentar la natalidad, pase por delante de Francia. Eso dejaría sin justificación la existencia del propio INED, y sembraría dudas sobre la utilidad del gran esfuerzo presupuestario que soporta el natalismo francés. Según Le Bras es por ese motivo, para salir en defensa de la continuidad de las inversiones natalistas y del gasto en una institución como el INED, por lo que Calot comete un desliz y nos cuenta la verdad.

El cruce posterior de réplicas y contraréplicas fué tremendo, y acaparó literalmente las agencias de noticias y la prensa francesas. Calot destapó trapos sucios poniendo en duda la solvencia científica de Le Bras y acusándole de errores de bulto en unas proyecciones de población por él dirigidas pocos años atrás. Le Bras empezó a tirar del pasado ideológico del INED y sus orígenes en la Francia ocupada de Petain, colaboracionista y simpatizante del fascismo alemán, como el del propio Calot, afecto al nacionalismo más rancio y en contacto con el ultraderechista Frente Nacional de Le Pen.

El episodio ya quedó en el pasado, pero me sirve aquí para llamar la atención sobre los aspectos técnicos y metodológicos en la medición de la fecundidad, y también para hacer ver hasta qué punto la demografía es una disciplina con facetas e implicaciones políticas de primer orden.

Hervé Le Bras: un démographe controversé.
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